La demografía de la familia
Wanda Cabella, Mariana Fernández Soto y Gabriela Pedetti
La demografía de la familia en los estudios de población y su relación con las ciencias sociales
La Demografía de la familia se ocupa de la dinámica y las características de los comportamientos familiares. Por el momento, quedémonos con esta definición amplia, con el objeto de reseñar el desarrollo de la Demografía de la familia dentro del campo de estudios de la población.
La Demografía se consolidó en torno al tratamiento de las variables demográficas clásicas: natalidad, mortalidad y migración, y de la interacción de estas variables que determinan la composición por sexo y edad de las poblaciones. A excepción de la nupcialidad, el resto de las dimensiones que integran hoy el análisis demográfico de la familia, no tuvieron un lugar en el desarrollo de la Demografía clásica.
Si se revisan los manuales de Demografía más populares (Livi-Bacci, 2007; Preston, Heuveline y Guillot, 2001; Welti, 1997; Schyrock y Siegel, 2004; Pressat, 2000; Tapinos, 1988), se incluyen solo excepcionalmente aspectos vinculados con la familia y, cuando esto ocurre, se restringen a la nupcialidad. Ello se explica porque, a riesgo de omitir algunos desarrollos aislados, el estudio demográfico de la familia se remonta a pocas décadas atrás. Sus inicios se ubican en la segunda mitad del siglo XX e, inequívocamente, en la década del ochenta (Yépez-Martínez, 2013). En la actualidad, el estudio demográfico de la familia ocupa un lugar central en la disciplina: reúne un vasto conjunto de expertos en el mundo, produce un gran número de artículos publicados en las revistas especializadas de la materia, los manuales y programas de estudio tienen asegurado uno o más capítulos para el análisis de la familia y su diversidad temática refleja la pujanza de su desarrollo.
La nupcialidad merece un capítulo aparte en esta breve reseña. En la medida en que la formación de uniones, su intensidad y su calendario jugaron un papel importante en la regulación de la fecundidad, su desarrollo precedió en varias décadas al auge de los estudios de familia. La Demografía europea, y en particular la francesa, dedicó esfuerzos a desarrollar los estudios de nupcialidad, vinculando el proyecto de Princeton¹ y el esquema de John Hajnal.² Recuérdese que la edad al matrimonio y el celibato definitivo jugaron un papel crucial en la transición de la fecundidad, de acuerdo con los hallazgos de estos grandes programas de investigación sobre el descenso de la fecundidad en los países europeos. En suma, la temprana importancia de la nupcialidad para los estudios clásicos de la Demografía se asoció a su estrecha conexión con el comportamiento de la fecundidad durante la transición demográfica. Otro antecedente relevante es el modelo de los determinantes próximos de la fecundidad (Davis y Blake, 1956). En este modelo (véase el capítulo 12), los patrones de formación y disolución de las uniones juegan un rol protagónico entre los factores que afectan la exposición a las relaciones sexuales.
No es el objeto de este capítulo dar cuenta de la vasta producción de las ciencias sociales en torno a la familia a partir de mediados del siglo XX, pero interesa destacar que, durante buena parte del siglo pasado, el estudio de la familia como categoría social estuvo básicamente restringido el campo de la Sociología y de la Antropología.³ Autores de la talla de Frédéric Le Play y Talcott Parsons analizaron el cambio social apoyándose en la observación de los cambios producidos en los sistemas familiares en las distintas fases de la modernización. El modelo ideal de familia nuclear y la impronta funcionalista que luego dominaron los estudios de familia (sociológicos, económicos y demográficos) son el legado de la influencia de los trabajos de Parsons en la década del cincuenta. En el campo de la Antropología, el estructuralismo, liderado por Claude Lévi-Strauss, hizo contribuciones perdurables al estudio de la familia, al que situó en el campo más amplio de las relaciones de parentesco. Algunos años más tarde, Andrée Michel (1972) y Martine Segalen (1981) reunieron en sendas obras los avances de investigación en el área y los nuevos desarrollos teóricos en los que se esbozan las críticas al modelo parsoniano imperante desde la década del cincuenta.
A fines de la década del setenta, la producción académica sobre la familia experimentó un fuerte desarrollo en las ciencias sociales: a la enorme cantidad de trabajos que se habían publicado desde entonces en el ámbito Sociología, se sumaron las contribuciones de la Economía, principalmente a partir de los trabajos de Gary Becker y Jacob Mincer, fundadores de la escuela de la New Home Economics. el Tratado sobre la familia, publicado por Gary Becker en 1981, fue una de las contribuciones a la microeconomía que le valieron el premio Nobel en 1992. También en este campo, la producción de trabajos sobre las relaciones familiares tuvo un destacado crecimiento que se extiende hasta la actualidad.
La acumulación del conocimiento en torno a la familia en las ciencias sociales fue decisiva para el desarrollo de la Demografía de la familia, que avanzó notablemente en pocos años sobre la base de su interacción con los hallazgos y métodos producidos en diversas disciplinas del área social.
El auge de la Demografía de la familia
En los años inmediatos al denominado baby boom⁴ se produjo un conjunto de cambios inesperados en la formación y disolución de uniones en los países desarrollados, principalmente los europeos. Las «sorpresas de la demografía», según la expresión de Louis Roussel (1989), contribuyeron al rápido desarrollo de los estudios demográficos orientados a describir y comprender las particularidades del cambio familiar de las últimas décadas del siglo XX. La calificación de sorpresivo responde a que, durante décadas, la demografía no registró cambios estructurales en las variables relativas a la nupcialidad. En un breve lapso, varios países europeos asistieron a un descenso de los matrimonios sin precedentes, al rápido aumento del divorcio y de las uniones consensuales, a la caída de la fecundidad, y en especial de la fecundidad matrimonial. Todo ello contribuyó a la consolidación de un panorama dominado por la diversidad y la creciente complejidad de las formas familiares. Más adelante en este mismo capítulo veremos cómo este conjunto de cambios recibió la denominación de segunda transición demográfica (STD), uno de los modelos más frecuentados para analizar el cambio familiar contemporáneo.
El marco de la vida conyugal se flexibilizó, el matrimonio dejó de ser la puerta de entrada a la vida sexual, a la procreación y a la conformación del hogar propio. En sintonía con la emergencia de nuevas ideas sobre la sexualidad, la intimidad y la autorrealización vinculadas al desarrollo del individualismo y, no menos importante, con la entrada masiva de las mujeres al mercado de trabajo, el modelo de familia tradicional predominante hasta fines de los años sesenta perdió vigencia. De forma simultánea, comenzaron a legitimarse patrones de la conducta íntima antes estigmatizados como las relaciones sexuales prematrimoniales, el divorcio, la unión consensual y la reproducción extramatrimonial (Van de Kaa, 1987; Lesthaeghe, 1991; Lesthaeghe y Moors, 1994).
En pocos años, una esfera de la vida social que había despertado poco interés capturó la atención de varias disciplinas de las ciencias sociales. La Demografía conquistó rápidamente un lugar central en el estudio del cambio familiar haciendo valer sus principales fortalezas: la medición de eventos vitales, la familiaridad con fuentes como los registros de matrimonios y divorcios y los censos de población, y el instrumental previamente desarrollado para estudiar la dinámica de la nupcialidad. Sustentada en su capacidad para describir la magnitud y la dinámica de la formación y disolución de uniones, se consolidó esta nueva subárea. Cabe agregar que la formulación del modelo de la STD a principios de la década del ochenta sumó a los aspectos de medición una teoría sobre el cambio de la familia que es referencia para las disciplinas que hoy lo estudian.
Recuadro 1.
El modelo de la segunda transición demográfica
El modelo de la STD, elaborado por los demográfos Ron Lesthaeghe (1983) y Dirk van de Kaa (1987), es el primero que pretende explicar la reducción de la fecundidad europea iniciada a fines de la década del sesenta. En esta nueva fase, varios países europeos alcanzaron tasas considerablemente menores a los dos hijos por mujer. Para comprender el nuevo empuje del descenso de la fecundidad, el modelo de la STD les adjudica un papel clave a transformaciones ocurridas en las relaciones familiares, entre las que destacan:
1) altos niveles de rupturas de uniones conyugales;
2) bajos niveles de nupcialidad legal;
3) retraso en la formación de la primera unión;
4) postergación del primer hijo hacia edades tardías del ciclo reproductivo;
5) creciente proporción de nacimientos y crianza extramatrimoniales;
6) aumento de las parejas que no desean tener hijos;
7) diversificación de las modalidades de estructuración familiar.
De acuerdo con la STD, la clave para entender los cambios ocurridos en el comportamiento reproductivo y las relaciones de pareja está en la creciente adhesión a valores que priorizan el logro de metas personales, la autonomía individual, la igualdad de género y la satisfacción con las relaciones íntimas (Van de Kaa, 1987). El acento está puesto en la ampliación de valores respecto a la vida familiar y en la elección individual de proyectos de vida alternativos al patrón tradicional asociado a las normas sociales regidas por la institución del matrimonio. En este nuevo clima de ideas se instala un fuerte rechazo a cualquier regulación institucional sobre dimensiones de la vida que pasan a considerarse de estricto orden privado (Van de Kaa, 1987; Lesthaeghe, 1991; Lesthaeghe y Moors, 1994). Todos estos cambios, señalan los exponentes de la STD, estuvieron sustentados en tres revoluciones: a) la revolución sexual, que promovió la aceptación de la sexualidad fuera del matrimonio y del aborto, entre otros cambios; b) la revolución contraceptiva, que permitió desvincular la sexualidad de la reproducción, y c) la revolución de género, que amplió las oportunidades de las mujeres de desarrollar carreras educativas y laborales y, en consecuencia, expandió sus horizontes de autonomía personal.
Una definición más precisa de la Demografía de la familia
Lynne Casper define a la Demografía de la familia como un subcampo de la Demografía que consiste en el estudio de la naturaleza cambiante de los vínculos intergeneracionales y de género que conectan a los individuos en hogares y unidades familiares (2007, p. 1, traducción libre). Esta definición es una entre varias, pero su ventaja es que conecta el aspecto estático de la familia (composición) con su dimensión relacional y su dinámica. La composición familiar es el producto de la confluencia de procesos demográficos, como el envejecimiento y la mortalidad, con la sucesión de eventos familiares como la salida del hogar de origen, la formación y la disolución de las parejas y el nacimiento de los hijos. Así, las transformaciones en las estructuras de los hogares responden a los cambios en la dinámica, la intensidad, el calendario y la secuencia de estos eventos. Los demógrafos que se dedican al examen de la familia, continúa la autora, estudian de forma agregada la composición y los procesos que experimentan las familias a escala individual (Casper, 2007). Esta operación les permite observar las características y los procesos familiares que singularizan a las sociedades. Por ejemplo, la tipología familiar de un país, una localidad o un determinado sector de la población se obtiene a partir de la clasificación de los hogares particulares en grandes categorías.
La Demografía de la familia se ocupa, entonces, de la composición y la dinámica de las relaciones familiares, campos en los que ha contribuido al desarrollo de una significativa producción académica sobre una diversidad de aspectos que van desde los más clásicos, como la composición y la conformación de los hogares, el ciclo de vida de los hogares, las relaciones de género y generaciones al interior de las familias y con otros hogares, la maternidad, la paternidad y las relaciones parentales, la formación y disolución de uniones, el tipo de unión, hasta otros más novedosos, como las relaciones conyugales y la parentalidad entre parejas del mismo sexo, la fecundidad ocurrida con varias parejas (multi-partner fertility) y las relaciones LAT, por sus siglas en inglés para living apart together.
En la sección que sigue se presentan los principales conceptos y herramientas de medición, y se distingue entre los aspectos centrales del estudio de las estructuras de los hogares y las fuentes de información de uso habitual para su investigación. En la sección subsiguiente se abordarán los conceptos asociados al estudio de su dinámica y sus instrumentos de medición.
Algunos conceptos básicos sobre la estructura de los hogares
La Demografía define a la familia como una unidad doméstica en la que existen relaciones de consanguinidad, adopción o conyugales. Al mismo tiempo, las familias son el contexto en el que ocurren procesos demográficos como los nacimientos, la muerte, la partida de sus miembros, las disoluciones conyugales y todos aquellos cambios que le ocurren a medida que sus integrantes desarrollan sus cursos de vida.
Si bien familia y hogar son conceptos que en la práctica se confunden, se trata de dos categorías analíticas distintas. Los hogares son definidos como las unidades básicas para la recolección de información para el análisis posterior de los arreglos familiares en sentido amplio. De acuerdo con la definición recomendada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se entiende por hogar (particular) a una persona que vive sola o a un grupo de personas que residen bajo un mismo techo —que pueden o no estar emparentadas— y comparten el presupuesto para los gastos de alimentación (ONU, 2010), mientras que el concepto de familia involucra la existencia de un grupo de personas emparentadas por sangre, adopción o lazos conyugales. No obstante, el concepto de familia generalmente utilizado en las encuestas y en los censos de población suele considerar a las familias como unidades de convivencia que comparten la olla, es decir, como hogares. La forma en que se define un hogar particular y cómo se establece quién forma parte del hogar permiten determinar cuál es la unidad doméstica de relevamiento de la información. Las definiciones de hogar particular que utiliza generalmente la Demografía siguen las recomendaciones de los organismos internacionales elaboradas para relevar estas categorías en los cuestionarios de los censos de población o en las encuestas oficiales de hogares.
La vivienda es también una categoría relevante para la identificación estadística de hogares y familias. Se entiende por vivienda un espacio delimitado que sirve de habitación a uno o más hogares o grupos familiares (según la definición que se adopte). Vale aclarar que la Demografía distingue entre hogares particulares y colectivos. En estos últimos se cumple la condición de corresidencia, pero sus miembros no ponen en común sus recursos económicos para solventar los gastos diarios. Es el caso, por ejemplo, de los hogares de ancianos, las residencias estudiantiles, los cuarteles, entre otros (Recuadro 2). El estudio de las familias en Uruguay considera únicamente los hogares particulares y no distingue, a diferencia de otros sistemas estadísticos, entre hogares familiares y no familiares, como sí lo hacen los países anglosajones. De acuerdo con esta distinción, una unidad doméstica formada por una sola persona o por personas no emparentadas se considera un hogar no familiar.
Recuadro 2.
Hogares colectivos frente a hogares particulares
Los hogares colectivos son aquellos en los que la convivencia se organiza en torno al alojamiento común por distintos motivos (laborales, religiosos, de estudios, sanitarios, etc.) y generalmente no involucran lazos de parentesco entre sus integrantes. En cambio, los hogares particulares son aquellos en los que generalmente existen lazos de parentesco. Los censos relevan residentes en ambos tipos de hogares, mientras que las encuestas de hogares solo se aplican a hogares particulares.
Los datos del censo de 2011 en Uruguay identificaron que un 1 % de la población uruguaya reside en hogares colectivos (aproximadamente cuarenta mil personas) y que, por su parte, los establecimientos de reclusión y los residenciales de ancianos son los tipos de hogares colectivos con más presencia en el país.
Gráfico 1. Distribución porcentual de personas según tipo de hogar colectivo. Uruguay, 2011
Fuente: elaboración propia a partir del Censo de Vivienda, Hogares y Personas de 2011 obtenidos del INE.
En suma, viviendas, hogares y familias son las categorías que permiten definir las unidades domésticas para el registro de información de uso estadístico. Aunque la mayoría de los países occidentales reconoce como unidad básica de estudio a los hogares, hay sistemas estadísticos que no siguen este criterio. Por ejemplo, Brasil releva en sus censos las viviendas (domicilios) y dentro de ellas no distingue hogares, pero sí familias censales o núcleos familiares. En cambio, en Uruguay los instrumentos de relevamiento estadístico como censos y encuestas oficiales de hogares identifican las viviendas y, dentro de ellas, indagan sobre la presencia de uno o más hogares. Estos últimos se consideran las unidades estadísticas de identificación de las unidades domésticas. En la medida en que nuestro sistema estadístico no distingue entre familias y hogares no existen definiciones oficiales de familia y se utiliza la noción de hogar en lugar de la de familia.
Esta distinción es clave para determinar a quiénes se dirigen las políticas públicas y, en particular, los beneficios sociales. En Uruguay, las asignaciones familiares, por ejemplo, se adjudican a los hogares, por lo que, para determinar si a un hogar le corresponde la prestación, se analizan los recursos comunes a todos los miembros del hogar y sus características demográficas (presencia de niños, ancianos, miembros perceptores y no perceptores de ingresos, entre otras). Otros sistemas dirigen sus transferencias hacia las familias, para lo cual sus instrumentos estadísticos distinguen cuántas unidades familiares hay en una unidad doméstica u hogar. Este era el caso del Reino Unido hasta la década del noventa, que detectaba núcleos familiares dentro de los hogares. De esta manera, si se identificaba más de un núcleo familiar, se seleccionaba cuál o cuáles eran pasibles de recibir una determinada prestación social. Podía ocurrir que una pareja de adultos conviviera con una hija que a su vez tuviera pareja e hijos y se determinara que el primer núcleo no era beneficiario mientras que el núcleo secundario sí cumplía las condiciones. La unidad de identificación de beneficiarios se modificó a principios de los noventa y pasó a considerar a los hogares, lo cual tuvo fuertes consecuencias sobre el total de personas que continuaron recibiendo beneficios sociales. Se estima que, con este cambio, en torno a un millón de personas dejaron de percibir transferencias del Estado (McRae, 1999). Este ejemplo da cuenta de la relevancia de la distinción entre hogar y familia no solo a efectos de la descripción sociodemográfica, sino como categorías que tienen cierto margen de maniobra para modificar el gasto social dirigido a las unidades domésticas.
Las fuentes de información de la Demografía de la familia
Los censos, las encuestas de hogares y los registros vitales son las fuentes más utilizadas para el estudio demográfico de la composición y la dinámica familiar. Si bien no son fuentes diseñadas para analizar las familias, contienen información esencial para elaborar indicadores básicos (tamaño, composición, situación conyugal), describirlos y evaluar su evolución. Los censos y los registros tienen la ventaja adicional de ser universales, aun cuando su cobertura no sea completa. Como en Uruguay el nivel de omisión de los registros vitales y los censos ha sido históricamente muy bajo, se considera que este tipo de información proporciona una imagen cabal de los eventos y las características demográficas en general y de los procesos familiares en particular. Otra ventaja de estas fuentes es que se recogen periódicamente, a pesar de que esto no se ha cumplido en los censos uruguayos, a diferencia de las estadísticas vitales, cuya recolección es continua (véase capítulo de fuentes de información demográfica) y su publicación oportuna.
Las encuestas oficiales de hogares recaban información de similar valor que los censos para el estudio de las familias, pero, al aplicarse sobre muestras, están sujetas a márgenes de error y, dependiendo del tamaño muestral, tienen un alcance limitado para analizar comportamientos en poblaciones pequeñas y captar fenómenos emergentes. Su principal fortaleza es que proporcionan información anual y recogen información detallada sobre los ingresos y el trabajo de los miembros del hogar, que puede vincularse luego al estudio de la composición y la dinámica de las familias. Adicionalmente, este instrumento se adapta a la incorporación de módulos específicos y a la realización de estudios a submuestras de interés.
La ECH, que lleva adelante el INE desde 1968, es una herramienta potente para el estudio de la familia en Uruguay, en especial desde 2007, año en que incluyó cambios en el relevamiento de las relaciones de parentesco y la situación conyugal. En la edición especial de 2006, aplicada al 10 % de los hogares, se incorporaron dos módulos de especial interés para el análisis de las familias, que incluyeron fechas de eventos familiares como la formación de la primera unión, la llegada del primer hijo y la duración de las uniones. Esta edición sirvió de base para trabajos que permitieron analizar detalladamente aspectos muy poco estudiados en Uruguay como las transiciones familiares.⁶ En el Recuadro 3 se listan las encuestas anexadas a la ECH que contienen información valiosa para el estudio de la vida familiar.
Recuadro 3.
Encuestas específicas realizadas a submuestras en la Encuesta Continua de Hogares, con información valiosa para la Demografía de la familia
Encuesta Nacional de Prevalencia de Violencia Basada en Género y Generaciones (EVBGG) de 2019
http://www.ine.gub.uy/web/guest/evbgg-2019
Encuesta Nacional de Adolescentes y Juventud (ENAJ) de 2018
http://www.ine.gub.uy/web/guest/encuesta-nacional-de-adolescentes-y-juventud-enaj-2018
Encuesta de Gastos e Ingresos de los Hogares (ENGIH) de 2016 y 2017)
http://ine.gub.uy/web/guest/encuesta-de-gastos-e-ingresos-de-los-hogares-2016
Encuesta de Comportamientos Reproductivos (ENCoR) de 2015
http://www.ine.gub.uy/web/guest/encuesta-de-comportamientos-reproductivos-encor-
Encuesta Nacional de la Adolescencia y Juventud (ENAJ) de 2013
http://www.ine.gub.uy/web/guest/encuesta-nacional-de-la-adolescencia-y-juventud-enaj-
Encuesta de Violencia Basada en Género y Generaciones (EVBGG) de 2013
http://www.ine.gub.uy/web/guest/encuesta-de-violencia-basada-en-genero-y-generaciones-evbgg-2013-
Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS) de 2013
https://www.gub.uy/ministerio-desarrollo-social/endis
http://www3.ine.gub.uy/es/web/guest/endis2019
Encuesta de Uso del Tiempo y del Trabajo no Remunerado (EUT) de 2013
http://www.ine.gub.uy/web/guest/encuesta-de-uso-del-tiempo-eut-
Los censos y las encuestas de hogares incluyen datos socioeconómicos que, cruzados con los indicadores de familia, tienen gran potencial para describir las características y la evolución de las familias considerando su posición en la estructura social. Este tipo de análisis es crucial, porque los estudios nacionales e internacionales evidencian que las familias son muy diferentes en función de sus niveles de bienestar económico y del acceso a recursos en general, del nivel educativo alcanzado por sus integrantes y de su participación en el mercado de trabajo, entre otros aspectos. De hecho, en el análisis de estas diferencias se observa cómo la desigualdad social se refleja en las características y en el papel que juega la familia en la reproducción de las inequidades sociales. Más adelante se presentará información que da cuenta de las diferencias en la composición de las familias uruguayas en función de su estrato socioeconómico.
Por último, cabe destacar la importancia de la información de naturaleza longitudinal para estudiar el cambio familiar y avanzar en el análisis de los factores explicativos de los cambios en los comportamientos y las distancias sociales mencionadas. En las últimas décadas hubo un fuerte desarrollo de los estudios longitudinales vinculados al campo de la familia en las regiones desarrolladas. Las encuestas de panel, una de las modalidades más frecuentes de los estudios longitudinales, permiten acompañar a través del tiempo las trayectorias individuales y familiares de un grupo de personas, observar sus decisiones, qué eventos familiares experimentan y en qué momentos de sus vidas, y relacionarlos con sus características personales y con el contexto familiar. La disponibilidad de este tipo de información amplió de forma significativa la comprensión de los procesos familiares, a la vez que permitió pasar de un enfoque descriptivo a otro orientado a la búsqueda de relaciones causales (Casper, 2007). Algunos de estos estudios tienen medio siglo de antigüedad, como por ejemplo el 1970 British Cohort Study, que ha acompañado a lo largo de los años a una muestra de 16.000 niños nacidos en la misma semana de 1970 en Inglaterra, Escocia y Gales. En su sitio web se puede consultar la gran diversidad de tópicos indagados en el transcurso de la vida de esta cohorte, visitada cada aproximadamente cinco años. La última ronda de este estudio se hizo en 2020, cuando sus integrantes estaban cumpliendo cincuenta años. Este es el estudio más antiguo, pero cabe acotar que los países anglosajones, y en menor medida otros europeos, cuentan con una verdadera industria de encuestas de panel.
En Uruguay, el desarrollo de los estudios longitudinales de interés para estudiar la vida familiar y el curso de vida de los individuos es más reciente: los estudios más antiguos datan de inicios de la primera década del siglo XXI. En el Recuadro 4 se listan en su totalidad.
Recuadro 4.
Estudios longitudinales de interés para el estudio de la familia en Uruguay
Estudio Longitudinal del Bienestar en Uruguay (ELBU)
Este estudio se ha propuesto conocer el bienestar, las trayectorias de los niños y la evolución de su entorno a medida que fueron creciendo. Para ello ha recogido información de un amplio conjunto de aspectos de la vida de los niños y sus hogares como, por ejemplo, salud, nutrición, desarrollo socioemocional, ingresos, educación, trabajo, participación social, autonomía, entre otros. Hasta el momento, el estudio cuenta con cuatro olas: la primera visita a los hogares fue en 2004 y las siguientes fueron en 2006, 2011-2012 y 2016
Fuente http://fcea.edu.uy/estudio-longitudinal-del-bienestar-en-uruguay/objetivos.html
Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS)
El objetivo de la ENDIS es generar conocimiento para orientar las políticas de primera infancia basadas en evidencia sobre el estado nutricional, de desarrollo y salud de la población infantil y su evolución durante el proceso de crecimiento. Es la primera investigación sobre primera infancia con metodología de panel y encuesta de hogares, cuenta hasta el momento con tres rondas (2013, 2015 y 2018).
Fuentes: https://www.gub.uy/ministerio-desarrollo-social/endis y http://www3.ine.gub.uy/es/web/guest/endis2019
Encuesta Longitudinal de Protección Social (ELPS)
El objetivo general de este estudio es obtener información relevante para analizar la participación de los individuos en el sistema de seguridad social, las causas de su no inclusión y si son beneficiarios de otras políticas sociales. Dicha información constituye un soporte para la reformulación de las actuales o formulación de nuevas políticas.
Fuente: https://www.elps.org.uy/elps/file/1090/1/manual–encuestador-elps-ola-1.pdf
Encuesta de Situaciones Familiares y Desempeños Sociales (ESFDS)
El objetivo de esta encuesta fue recoger información sobre las trayectorias conyugales y laborales de mujeres residentes en Montevideo y su área metropolitana. Fue el primer estudio longitudinal orientado a analizar el vínculo entre las relaciones familiares y el bienestar de las mujeres y los niños. La primera ola se realizó en 2001 y la segunda, en 2007 y 2008.
Fuentes: http://bibliotecaunicef.uy/index.php?lvl=author_see&id=2 y http://bibliotecaunicef.uy/doc_num.php?explnum_id=134
La identificación del parentesco en los hogares y las tipologías de hogar
Las principales fuentes de información demográfica para estudiar la estructura de los hogares son los censos de población y las encuestas de hogares. Ambas fuentes permiten conocer qué tipo de relaciones de parentesco existen al interior de un hogar particular y cuáles son las características de sus integrantes. Con esta información se logra identificar una categoría de análisis ampliamente utilizada en la Demografía: el tipo de hogar. Con la identificación del número de miembros y las relaciones de parentesco que los vinculan es posible plantear distintas combinaciones, que son la materia prima para elaborar tipologías de hogar, a partir de las cuales se analiza la estructura de los hogares (Recuadro 2). En el Gráfico 2 se puede observar cómo ha variado la estructura de los hogares a través de tiempo en Uruguay.
El primer paso para identificar los tipos de hogar consiste en determinar las relaciones de parentesco de sus integrantes. Hay más de una metodología para esta operación, pero la más habitual consiste en identificar a una persona de referencia, a quien se le asocia el parentesco de cada miembro, es decir que las relaciones filiales, conyugales u otros lazos de parentesco se establecen con referencia a esa única persona, a quien habitualmente se denomina jefe/a de hogar. En las últimas dos décadas la noción de jefatura ha sido extensamente criticada por su sesgo sexista. El uso de la categoría persona de referencia resuelve en parte este problema, al menos en lo terminológico, pero en los hechos la manera de identificar a la persona de referencia suele responder a los mismos criterios sociales que subyacen a la idea de jefatura (Recuadro 5). Otros sistemas de clasificación omiten la figura de persona de referencia o jefe/a y determinan de forma exhaustiva los vínculos de cada miembro del hogar con los demás. Este sistema tiene la ventaja de eliminar una figura controvertida y permite principalmente trazar un panorama completo de los parentescos de todos los integrantes del hogar. Sin embargo, su implementación es engorrosa y exige que los censistas utilicen un tiempo considerable en completar la matriz de parentescos, especialmente en las unidades domésticas grandes o complejas.
Recuadro 5.
Definiciones estándar de tipos de hogar
Los hogares unipersonales son aquellos compuestos por una sola persona.
Los hogares denominados de pareja sin hijos están conformados solamente por el/la jefe/a y su cónyuge.
Los hogares biparentales son los conformados por una pareja y sus hijos
Los hogares reconstituidos (también denominados ensamblados) también se componen por una pareja con hijos, pero, a diferencia de los biparentales, al menos uno de los hijos lo es solo de uno de los miembros de la pareja.
Los hogares monoparentales están conformados por una persona adulta (jefe/a) y su(s) hijo(s).
Los hogares extendidos se definen a partir de la presencia de otro pariente, es decir una persona emparentada con el o la jefe/a del hogar excluyendo a la pareja y a los hijos.
Los hogares compuestos son aquellos en los que al menos un miembro no está emparentado con el jefe/a.
El nivel de desagregación de las categorías de parentesco de los cuestionarios permite conocer con mayor o menor precisión la estructura de hogares de una población. Por ejemplo, los censos nacionales de 1985 y de 1996 utilizaron ocho categorías de parentesco,⁷ mientras que en el censo de 2011 se incorporaron más categorías y una serie de preguntas que permitieron identificar relaciones de parentesco que no podían ser detectadas dentro de los hogares con la desagregación anterior.⁸ – ⁹ , Estas modificaciones ayudaron a identificar, por ejemplo, la presencia de núcleos familiares anidados dentro de los hogares principales, así como distinguir los hogares ensamblados de los biparentales con hijos de ambos cónyuges. Un cambio importante de la ECH a partir de 2006 y del censo de 2011 fue la identificación de todas las parejas que comparten un mismo hogar por medio de la inclusión de la pregunta «¿Tiene pareja en el hogar?» a cada integrante mayor de 14 años. También se les preguntó a las personas menores de 18 años si su padre o madre estaban presentes en el hogar. Antes de esta innovación, era imposible saber, por ejemplo, si una persona declarada como nieto/a convivía con su padre, su madre o con ambos.
Recuadro 6.
El problema de la asignación de jefatura de los hogares en el censo de 2011 de Uruguay
La principal función de la determinación de la jefatura es establecer el parentesco de los integrantes del hogar en relación con una única persona con el fin describir su composición. Adicionalmente, se considera que la asignación de la jefatura es un indicador de las relaciones de género dentro de los hogares. Suele constatarse que, en los hogares conformados por una pareja, la jefatura se adjudica a los varones y que, inversamente, las mujeres se declaran como jefas solo cuando no tienen cónyuge.
Por razones operativas, en el censo de 2011, a pesar de que se mantuvo la definición estándar, se adjudicó en los hechos la jefatura en muchos casos a la persona que respondió el censo. Este mecanismo tuvo como consecuencia que más mujeres y personas jóvenes fueran registradas como jefes/as de hogar, lo que afectó la medición de la evolución de la jefatura femenina. Como es más probable encontrar a las mujeres en las viviendas, y en la medida en que se designó como jefe/a a la persona que respondió las preguntas, el censo de 2011 presenta un crecimiento de la jefatura femenina. Por tanto, este indicador no es comparable con el del censo anterior y tampoco es posible comparar las características de los jefes de hogares entre censos (excepto en el caso de los hogares unipersonales). Esta advertencia también es relevante porque usualmente los hogares suelen clasificarse en función de los atributos de sus jefes/as. Además, es necesario hacer notar que las diferencias en la asignación de la jefatura también pueden influir en la comparabilidad de la estructura de hogares entre un censo y otro. A modo de ejemplo, si en el censo de 2011 la persona entrevistada era mayor de 18 años, vivía con su madre y era declarada jefe/a del hogar, dicho hogar era clasificado como hogar extendido; en cambio, en el censo de 1996, este mismo hogar hubiese sido categorizado como monoparental.
La estructura de hogares en Uruguay experimentó transformaciones de gran magnitud entre mediados del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI. Estos cambios son el resultado de la evolución de los procesos demográficos y de los patrones en la formación y disolución de uniones que ocurrieron en el país durante este período de casi sesenta años. Las transformaciones registradas son similares a las observadas en los países envejecidos y en los que experimentaron cambios familiares consistentes con los previstos por la STD.¹⁰
Gráfico 2. Distribución porcentual de los hogares según tipo de hogar. Uruguay, 1963-2018¹¹
Fuente: elaboración propia a partir de censos de población de 1963, 1975, 1985, 1996 y 2011, Encuesta Nacional de Hogares Ampliada 2006 y ECH de 2018 del INE
El notable crecimiento de los hogares unipersonales responde al avance del envejecimiento de la población y al aumento de la esperanza de vida. Los hogares unipersonales están integrados en su enorme mayoría por adultos mayores y en especial por mujeres viudas, con una muy escasa participación de personas jóvenes y adultas. A medida que desciende la mortalidad, aumenta la brecha entre la esperanza de vida femenina y la masculina, en favor de una mayor supervivencia de las mujeres, que determina a su vez que una proporción importante de las mujeres vivan solas durante períodos prolongados en las etapas finales de la vida. El crecimiento de los hogares en los que reside una pareja sola es también reflejo de estos procesos demográficos. Se trata de hogares integrados mayoritariamente por adultos mayores, entre los que se extiende la duración de la etapa conocida como de nido vacío. En esta categoría participan también las parejas jóvenes sin hijos, pero de forma muy moderada, aunque aumenta su participación en el período intercensal 1996-2011, lo que quizás se deba a la postergación de la llegada de los hijos entre las generaciones jóvenes (Cabella, Fernández Soto y Prieto, 2015). En este mismo período se registra un aumento moderado de la participación de hombres de mediana edad en los hogares unipersonales que responde al aumento de las disoluciones conyugales. El efecto del aumento pronunciado de las rupturas conyugales es más evidente en la tendencia creciente de los hogares monoparentales, integrados en su vasta mayoría por una madre y sus hijos/as. A diferencia de otros países, en especial los anglosajones, en esta categoría no influye el aumento de la maternidad soltera.
Si bien se reducen, los hogares biparentales son la categoría de mayor peso durante todo el período. Este tipo de hogar experimentó modificaciones en su interior originadas sobre todo en el aumento de disoluciones conyugales, lo que se expresa en el aumento de la participación de hijos que no lo son de ambos miembros de la pareja. Dicho de otra forma, la categoría biparental incluye una porción creciente de hogares ensamblados. De acuerdo con los datos del censo de 2011, el 16 % de los hogares biparentales pertenecía a esta última categoría; el 61,2 % de las personas menores de 18 años residía en un hogar conformado por pareja e hijos, y, de estos, el 51,5 % convivía con sus dos progenitores y el restante 9,7 % vivía con uno solo de ellos (Cabella, Fernández Soto y Prieto, 2015). Como los censos anteriores incluyeron la distinción entre hijos de ambos miembros de la pareja o hijos solo del jefe/a o del cónyuge no es posible evaluar con precisión la magnitud de esta tendencia, pero en la medida en que hubo más rupturas y a edades más tempranas también aumentó la formación de uniones posteriores a la disolución (Férnández Soto, 2019).
La categoría hogares extendidos se redujo de forma drástica. El principal cambio que experimentó este tipo de hogar fue la fuerte reducción de la presencia de personas de 65 y más años y de menores de 14 años.
Como consecuencia de las tendencias reseñadas y de la reducción de la fecundidad, en especial a partir de 1996, el tamaño medio de los hogares, que mostró un comportamiento estable entre los censos anteriores (rondando el 3,4 %), se redujo desde 3,3 personas por hogar a 2,8 en el último período intercensal. Mientras la población tuvo un crecimiento de apenas 3 %, el número de hogares creció casi 18 %, lo que explica buena parte de la disminución del tamaño de la familia. Como consecuencia de la caída de los hogares extendidos, el aumento de los unipersonales y los monoparentales, aumentó el número de las unidades familiares a la vez que se volvieron más pequeñas.
La estructura de hogares de un país u otra unidad territorial refleja los patrones de convivencia del promedio de la población. Sin embargo, al interior de las poblaciones conviven distintos grupos sociales, con desiguales niveles de acceso a los recursos públicos, sociales y económicos, por lo que los arreglos residenciales suelen presentar grandes diferencias en función de la pertenencia social de las familias y de sus particularidades demográficas.
Cuadro 1.
Distribución porcentual de los hogares según quintiles de ingreso por tipo de hogar. Total país, 2018
Quintil | I | II | III | IV | V | |
Unipersonal | 2,6 | 6,1 | 14,1 | 22,9 | 36,6 | |
Pareja sin hijos | 4,3 | 10,8 | 18,9 | 21,7 | 25,2 | |
Biparental con hijos de ambos | 35,0 | 34,6 | 30,1 | 26,4 | 19,7 | |
Biparental con al menos un hijo de un solo cónyuge | 14,7 | 10,5 | 6,7 | 4,1 | 2,5 | |
Monoparental femenino | 17,3 | 13,3 | 11,8 | 9,9 | 7,2 | |
Monoparental masculino | 1,7 | 2,1 | 1,9 | 2,0 | 1,8 | |
Extendido | 22,1 | 20,5 | 15 | 11,7 | 6,2 | |
Compuesto | 2,4 | 2,1 | 1,5 | 1,3 | 0,8 | |
Total | 100 | 100 | 100 | 100 | 100 |
Fuente: Observatorio Social de Programas e Indicadores, Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), con base en datos de la ECH de 2018 del INE.
La distribución de los tipos de hogar según los quintiles de ingreso evidencia las notorias diferencias en los patrones de convivencia que coexisten en la población uruguaya. Los hogares que pertenecen a los quintiles más ricos se distinguen por un perfil netamente envejecido, con una fuerte predominancia de los hogares unipersonales y de parejas sin hijos. A la inversa, estos hogares tienen una participación muy reducida en los quintiles más pobres, entre los que predominan los arreglos con hijos a cargo y aquellos que reflejan estrategias de supervivencia económica (hogares extendidos). En los quintiles I y II el peso de los hogares con hijos representa cerca del 70 %, cifra que seguramente aumentaría mucho si se desglosara los hogares extendidos con niños y adolescentes. En suma, en los sectores de bajos ingresos hay una fuerte presencia de hogares jóvenes en plena etapa reproductiva y de crianza.
Las relaciones familiares no residenciales
El estudio de las estructuras de hogares es un instrumento adecuado para analizar las formas en que los individuos se organizan para enfrentar la reproducción cotidiana; sin embargo, las relaciones familiares exceden los límites del hogar, en tanto sus integrantes interactúan con otros familiares que residen en otros hogares. A medida que la esperanza de vida aumenta, la coexistencia de las generaciones se prolonga, lo que contribuye a intensificar los vínculos de sostén económico, afectivo y de cuidados entre padres e hijos/as, abuelos y nietos/as que residen en hogares distintos. Con el aumento de las separaciones conyugales y con el de la formación de nuevas parejas postseparación, la permeabilidad entre los hogares se hace más evidente: los hijos pueden dividir su tiempo entre los hogares de sus padres en formatos diversos, desde visitas ocasionales o pautadas durante algunos días de la semana hasta largas estadías.
Los arreglos residenciales de los hijos luego de las rupturas son un aspecto de la dinámica familiar que ha despertado un fuerte interés en las dos últimas décadas entre estudiosos de la familia de diversas disciplinas. En la actualidad este tema ocupa un capítulo importante en la demografía de la familia. Proliferaron los trabajos sobre las distintas modalidades que adoptan las familias para criar a sus hijos luego de la disolución conyugal, sobre las consecuencias económicas en los hogares de los miembros de la expareja, los efectos en los desempeños (sociales, educativos, psicológicos) de los hijos y las transferencias económicas del progenitor que sale del hogar al momento de la disolución, en la vasta mayoría de los casos los padres.
En Uruguay existen varios estudios que evidencian que, en torno al 50-60 % de los padres no transfiere dinero hacia el hogar donde viven sus hijos menores de 21 años luego de la ruptura y que entre el 30 y el 40 % de los padres pierde contacto con sus hijos (Bucheli, 2003; Bucheli y Cabella, 2010; Bucheli y Vigorito, 2015 y 2019; INE, 2013 y 2015). Estas cifras surgen de la declaración de las madres, por lo que podrían presentar diferencias respecto al comportamiento efectivo de los padres, pero son consistentes entre los diversos estudios que relevaron esta información en los últimos veinte años. Por otra parte, tampoco son muy diferentes a las observadas en otros países.
El estudio de la nupcialidad desde la Demografía
Desde un enfoque demográfico, la nupcialidad refiere a la formación y la disolución de las uniones e incluye tanto matrimonios y divorcios como uniones consensuales y separaciones de hecho.
Para el estudio de la nupcialidad se suele recurrir al análisis de la situación conyugal y del estado civil de las personas en un momento determinado. Existe cierta confusión entre situación conyugal y estado civil; sin embargo, cada una recoge una dimensión diferente de las relaciones de pareja. La situación conyugal es una variable binaria que distingue si la persona convive con una pareja o no (que puede ser detallada en categorías de análisis más específicas sobre cada situación),¹² independientemente de su estado civil, que engloba las categorías jurídico-legales en relación con la situación de pareja. Por ejemplo, en Uruguay, como en la mayor parte del mundo occidental, el estado civil adopta cuatro categorías: soltero, casado, divorciado y viudo, que pueden permanecer estables en el tiempo a pesar de que un individuo haya cambiado su situación conyugal. Por ejemplo, una persona no vive en pareja y sin embargo declara que su estado civil es casada porque no se divorció de una pareja anterior. Los censos y encuestas adoptan con frecuencia una variable híbrida que combina estado civil y situación conyugal, algunas veces denominada estado conyugal, a falta de una denominación más adecuada. Las categorías que generalmente se utilizan son: nunca unido/a, en una unión en matrimonio, en una unión en cohabitación, separado/a, divorciado/a, viudo/a. Si se cuenta con información detallada sobre la historia conyugal, las categorías pueden describir con mayor exactitud las circunstancias de pareja de las personas, por ejemplo, saber si están en una primera unión en un matrimonio o separadas de la segunda unión (cohabitación), entre otras. Los demógrafos prefieren contar con este nivel de detalle porque les permite realizar estudios con mayor profundidad sobre la formación y disolución de uniones.
Recuadro 7.
¿Qué datos se utilizan para estudiar la nupcialidad?
La fuente de datos más apropiada para estudiar la nupcialidad sería un registro administrativo que permita determinar el estado conyugal de las personas de forma permanente. Muy pocos países cuentan con este tipo de registro. Los países desarrollados han resuelto parcialmente este problema al adecuar las preguntas de las fuentes de información habituales (censos, los registros administrativos y las encuestas continuas de hogares) para recoger información sobre la dinámica conyugal. Además, existe un creciente número de estudios que relevan información retrospectiva para reconstruir las historias conyugales. Para ello se incluyen preguntas específicas sobre la pareja actual y las anteriores, sobre la fecha de comienzo y fin de cada unión, y el tipo de unión, entre otras dimensiones.
Las estadísticas continuas de matrimonios y divorcios, basadas en los registros, son una fuente de información relevante para el estudio de la nupcialidad. En el caso uruguayo, la oficina encargada de registrar la información sobre matrimonios y divorcios es la Dirección Nacional de Registro Civil, mientras que el INE es el que sistematiza esta información para su uso estadístico. Hasta 2002, el INE se encargaba de elaborar las estadísticas que daban cuenta del volumen anual de estos eventos, las características de los cónyuges en el caso de los matrimonios (edad, estado civil anterior, educación, condición de actividad) y otra información valiosa para elaborar indicadores refinados de divorcio, en particular sobre la duración de los matrimonios. A partir de ese año dejaron de elaborarse las estadísticas; el Registro Civil solo publica el total anual de matrimonios por departamento y no existe información sobre el número de divorcios. Si bien es cierto que el aumento de las uniones consensuales y de las separaciones de hecho exige obtener información poblacional (en censos y encuestas), ya que estos eventos no son objeto de registro público, la carencia de estas estadísticas genera un enorme déficit en el conocimiento de la dinámica de la nupcialidad que se arrastra desde aquel año.
Principales indicadores del estudio de la nupcialidad en demografía
- Tasa bruta de nupcialidad: número de matrimonios ocurridos en el año t cada mil habitantes. Este indicador considera en su denominador a toda la población. Esto es una gran limitante dado que la probabilidad de entrar en un matrimonio no es igual a todas las edades y difiere según la historia conyugal. Un ajuste grosero que suele hacerse es utilizar como denominador el total de personas de 15 y más años (en este caso se denomina tasa de nupcialidad)
- Tasa de nupcialidad por sexo y edad: número de mujeres/varones a edad x casadas en el año t cada mil mujeres/varones a edad x en el año t. Dado que se ha demostrado que los hombres y las mujeres tienen distinto riesgo de contraer matrimonio según la edad,¹³ este indicador suele calcularse separado por sexo.
- Edad media a la primera unión: edad promedio en que las personas comienzan a vivir en pareja o se casan. La edad media al matrimonio puede calcularse con datos de estadísticas vitales, mientras que la edad a la que las personas empiezan a vivir en pareja solo puede estimarse con datos de encuestas específicas. Para su cálculo se utilizan generalmente tablas de nupcialidad.¹⁴ Este indicador puede estar distorsionado por las personas que se unen a edades muy tempranas o muy tardías, por lo que es preferible utilizar la edad mediana a la primera unión.
- Edad mediana a la primera unión: edad alcanzada por la mitad de la población que se ha unido por primera vez. Su cálculo también proviene de una tabla de nupcialidad.
- Proporción de personas unidas según tipo de unión: distribución porcentual de las personas unidas según si lo han hecho a través de un matrimonio o de unión consensual. A continuación se ejemplifica con el cálculo para las uniones libres
- Proporción de personas nunca unidas: porcentaje de personas de que no han vivido en unión conyugal (sea por matrimonio o por unión consensual). El cálculo de esta proporción a los cincuenta años se considera un indicador de soltería definitiva.
- Tasa de divorcios: total de divorcios en el año t cada mil personas. Es un indicador poco utilizado porque no toma en cuenta las cohortes de matrimonio. Generalmente se prefiere el índice coyuntural de divorcialidad, pero la información necesaria para su elaboración, la duración de los matrimonios, no siempre está disponible.
- Índice coyuntural de divorcio (ICD): se define como el porcentaje de matrimonios que culminarán en divorcio en un año determinado, manteniendo estables las tasas de divorcio por duración de los matrimonios observadas en ese año.¹⁵
Y las tasas específicas de divorcio para cada duración i de matrimonios se estiman del siguiente modo:
- Composición de la situación conyugal según edad y sexo: distribución porcentual de las personas de 15 y más años según la situación conyugal al momento del censo o de la encuesta.
El análisis de la composición de la situación conyugal
La figura utilizada generalmente por el análisis demográfico para describir la composición por sexo y edad de las poblaciones es la pirámide que, aplicada a la situación conyugal, permite visualizar las características de las distintas subpoblaciones en un momento dado y evaluar las tendencias que se conjugan para dar lugar a la estructura resultante.
Gráfico 3. Pirámides de población según situación conyugal. Uruguay, 2017
Fuente: elaboración propia a partir de información de la ECH 2017
En las pirámides de las personas que se declaran casadas y en unión consensual se reflejan las transformaciones ocurridas en torno a la formación de uniones. La estructura envejecida de la población casada contrasta con el aspecto joven que presenta la pirámide de las personas que están en unión consensual. Su forma puede asociarse al menos a tres razones: a) a la postergación de la edad al casamiento; b) a que las personas jóvenes que entran en unión optan mayoritariamente por la unión consensual, y c) a que el matrimonio prevalecía entre las generaciones que alcanzan edades elevadas en el año de estudio.
Además, es posible que su envejecimiento refleje la estabilidad del matrimonio de las generaciones que se unieron hace muchos años. Por último, es factible que el aumento de las uniones consensuales haya contribuido a postergar el matrimonio en aquellos casos en que los que la cohabitación precede a la legalización de la unión.
A la inversa, en la pirámide de la población que está en unión consensual se refleja la preferencia de las nuevas generaciones por iniciar su vida conyugal sin pasar por el matrimonio. El ensanchamiento en las edades intermedias da cuenta de que la unión consensual es una opción conyugal instalada desde algunos años en Uruguay. Como se está analizando a través de un corte transversal, no es posible distinguir cuántas de esas uniones son el resultado de uniones consensuales duraderas y cuántas se suman durante el período. Como se verá más adelante, la unión consensual aumenta a un ritmo acelerado desde inicios de la década del noventa, por lo que es posible que una proporción importante responda a la formación de uniones consensuales duraderas, es decir, que no finalizaron ni en casamiento ni en separación o viudez. Sin embargo, el aumento de las rupturas conyugales también puede estar contribuyendo a la formación de segundas uniones más tardías que alimentan esas fajas etarias de la población en unión consensual.
Otro aspecto interesante de la pirámide de los casados es que está particularmente envejecida entre los varones; y, dado que no puede explicarse por la sobrevida masculina de la población casada, la razón debe buscarse en la mayor propensión de los varones a formar nuevas uniones legalizadas. Si se observa la pirámide de la población separada y divorciada, es notorio que el peso de los varones es significativamente menor que el de las mujeres en todas las edades. Cuando ocurre una disolución conyugal, en un momento ambos forman parte de la población de divorciados y separados, pero si la intensidad y el ritmo de uno de los dos sexos en la formación de una nueva unión es mayor, esto se reflejará en su mayor participación en la población de personas casadas o en unión consensual, dado que no pueden volver al estado nunca unido ni sumarse a los viudos.
En la pirámide invertida de la población viuda merece destaque la fuerte influencia de la mortalidad diferencial por sexos, que determina una enorme sobrerrepresentación de las mujeres que crece a medida que se avanza hacia la cúspide. Recuérdese que la brecha de esperanza de vida al nacer favorece a las mujeres uruguayas en casi ocho años.
Finalmente, la pirámide de la población nunca unida refleja la formación de uniones a edades más tempranas entre la población femenina, con una menor representación que los varones en las edades centrales a la formación de uniones. Es decir que salen del estado de nunca unida con mayor precocidad que los varones.
Para concluir este apartado, se presenta en el Gráfico 4 evidencia sobre la consolidación de la unión consensual frente al matrimonio.
Gráfico 4. Proporción de personas separadas o divorciadas sobre del total de personas separadas y divorciadas, según sexo. Uruguay, 2007 y 2017
Fuente: elaboración propia a partir de las ECH de 2007 y de 2017
El importante crecimiento de la población separada y la concomitante reducción relativa de los divorciados es un indicador inequívoco de que las uniones consensuales prevalecen frente al matrimonio. En diez años se duplicó la proporción de la población separada en relación con la suma de separados y divorciados, lo que evidencia la pérdida de primacía del matrimonio.
Breve caracterización de los patrones de formación y disolución de uniones en Uruguay
En las últimas décadas los patrones de formación y disolución de las uniones en Uruguay se volvieron más flexibles y menos estables (Filgueira, 1996; Cabella, 2007, 2008 y 2009). Se han constatado tres cambios importantes en la nupcialidad uruguaya: el calendario conyugal, el tipo de unión y la intensidad de las disoluciones conyugales (Filgueira, 1996; Cabella, 1998 y 2009; Paredes, 2003; Fernández Soto, 2010; Cabella y Fernández Soto, 2017). El aumento explosivo de las uniones libres y el incremento sostenido de los divorcios y las separaciones pueden considerarse las transformaciones más importantes, cambios que se constataron en todos los sectores socioeconómicos y con gran intensidad en las generaciones nacidas después de los años sesenta (Cabella, 1998 y 2009; Cabella y Fernández Soto, 2017; Fernández Soto, 2010). El Gráfico 5 sintetiza las principales tendencias del cambio familiar, y muestra cómo su evolución da cuenta de la magnitud de las transformaciones de la vida familiar de los últimos decenios en Uruguay.
Gráfico 5. Evolución de indicadores de la vida familiar. Uruguay, 1985-2018
Fuente: elaboración propia a partir de ECH (1986-2018) y Estadísticas Vitales del INE y del Ministerio de Salud Pública
Disoluciones conyugales en Uruguay
El divorcio se legisló en Uruguay entre 1907 y 1913 con un marco avanzado y muy precoz para la época en relación con el resto de los países de América Latina (Cabella, 1998). La precocidad de la legislación no supuso un incremento de la frecuencia de los divorcios por un período extenso, sino que solo se registró un aumento significativo a partir de mediados del siglo XX y una fuerte intensificación desde mediados de la década del ochenta (Cabella, 1998; Bucheli y Vigna, 2005). Las separaciones de hecho también experimentaron un aumento de gran magnitud. De acuerdo con los últimos datos disponibles, más del 30 % de los matrimonios terminarán en divorcio según el indicador coyuntural de divorcialidad y la proporción de personas de mediana edad (35 a 49 años) separadas o divorciadas creció de forma considerable, pasando de 6,7 % en 1986 a 19,8 % en 2015, de acuerdo a los datos de la ECH.
Los estudios sobre las disoluciones conyugales en Uruguay muestran que la separación está generalizada entre las parejas uruguayas y que la probabilidad de disolución es mayor entre las parejas no casadas, las mujeres no religiosas y las que ya estaban en el mercado laboral mientras vivían en pareja (Bucheli y Vigna, 2005; Cabella, 2010; Bucheli y Vigorito, 2017). Asimismo, se ha demostrado también que el riesgo de divorciarse se incrementa cuánto más temprana es la unión y aumenta a medida que las mujeres acumulan más años de educación. A su vez, estas tendencias se intensifican en las generaciones más jóvenes (Bucheli y Vigna, 2005).
Por otra parte, también se ha estudiado que las consecuencias de las separaciones en el bienestar de los niños y las mujeres en Uruguay son más intensas en los hogares en los que las madres están a cargo de los hijos, porque la disolución supone un descenso de sus ingresos y un aumento de la privación en el acceso a bienes durables y de la pobreza de ingresos (Vigorito, 2011; Bucheli y Vigorito, 2015 y 2017).
Finalmente, respecto a la vida conyugal posdisolución, los estudios muestran que la edad a la disolución afecta fuertemente la recomposición de pareja y que la presencia de hijos no es necesariamente un obstáculo para la conformación de una nueva unión (Cabella, 2008 y 2014; Fernández Soto, 2017).
Uniones consensuales en Uruguay
La expansión de la cohabitación en Uruguay ha sido un fenómeno de carácter generacional que involucró a jóvenes de todos los sectores sociales (Cabella y Fernández Soto, 2017; Cabella, 2008 y 2009).
Hasta la década del ochenta, solo una escasa proporción de las parejas iniciaba su vida conyugal sin optar por el matrimonio legal. Entre 1987 y 2018, la proporción de mujeres de entre 15 y 29 años que vivía en una unión consensual pasó de 13 % a 84 % (Gráfico 5). Los datos sugieren que seguramente ya no se trate de un fenómeno vinculado a las primeras etapas de la vida conyugal, sino que el número de parejas que eligen permanecer en unión consensual es cada vez más importante (Cabella y Fernández Soto, 2017). El patrón observado sugiere que se ha consolidado una nueva forma de concebir la vida en pareja y familiar. Las estadísticas vitales evidencian que los nacimientos ocurridos fuera del matrimonio son mayoría (78 % en 2018) y si bien no podemos estimar qué proporción se casa luego del nacimiento de los hijos, lo cierto es que existe una creciente proporción de parejas que crían sus hijos en el marco de uniones de hecho (Laplante, Castro-Martín, Cortina y Fostik, 2016; Cabella y Fernández Soto, 2017).
Otro aspecto importante es la precocidad con la que se extendieron las uniones consensuales no tradicionales o la nueva cohabitación en Uruguay en comparación con el resto de los países de América Latina. Si bien la unión consensual ha coexistido históricamente con el matrimonio, no puede establecerse la existencia histórica de sistemas duales de nupcialidad¹⁶ en Uruguay como en otros países latinoamericanos, en tanto la proporción de uniones libres ha sido siempre marginal respecto al matrimonio (Castro Martín, 2002; Quilodrán, 2001; Cabella y Fernández Soto, 2017). Así, el país se ubica como uno de los países pioneros del boom de la cohabitación en América Latina (López-Gay y otros, 2014). Esta evolución extraordinaria ha sido acompañada por el resto de los países del Cono Sur para conformar un bloque caracterizado por una progresiva expansión entre los jóvenes de los años setenta y con rápido ritmo a partir de la década del noventa (Binstock y Cabella, 2011; Binstock, Cabella, Salinas y López-Colás, 2016).
Finalmente, cabe destacar que el país ha implementado, en las primeras décadas del siglo XXI, medidas orientadas a revisar varias leyes vinculadas a la familia. Se presentaron iniciativas legislativas para eliminar el divorcio por causales, se aprobó la Ley de Unión Concubinaria (Uruguay, 2007), que reconoce derechos y obligaciones a quienes hayan convivido durante al menos cinco años; se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario (Uruguay, 2013), que permite el casamiento entre personas del mismo sexo, y se aprobó también la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (Uruguay, 2012), que despenalizó el aborto. En 2004, se modificó el Código de la Niñez y la Adolescencia (Uruguay, 2004) y entre las innovaciones que introdujo el nuevo código se reconoció la diversidad de situaciones parentales, se aseguró el derecho de los niños a recibir el apellido de sus progenitores con independencia del estado civil de las madres y se eliminó la distinción entre hijos legítimos e ilegítimos. Los cambios ocurridos en la vida familiar a partir de los años ochenta jugaron un papel relevante en la discusión e introducción de estas medidas, concentradas entre 2004 y 2014, que recogieron los reclamos del movimiento feminista y de la sociedad civil organizada.
Referencias bibliográficas
Beck, U. y Beck-Gernsheim, E. (1998). El normal caos del amor: las nuevas formas de la relación amorosa. Barcelona: Paidós.
Becker, G. (1981). A Treatise on the Family. Cambridge: Harvard University Press.
Binstock, G. y Cabella, W. (2011). La nupcialidad en el Cono Sur: evolución reciente en la formación de uniones en Argentina, Chile y Uruguay. En J. Melo Vieira y G. Binstock (Coord.), Nupcialidad y familia en la América Latina actual. Río de Janeiro: UNFPA-ALAP.
Binstock, G.; Cabella, W.; Salinas, V. y López-Colás, J. (2016). The Rise of Cohabitation in the Southern Cone. En A. Esteve y R. J. Lesthaeghe (Eds.), Cohabitation and Marriage in the Americas: Geo-historical Legacies and New Trends (pp. 247-268). Nueva York: Springer.
Bongaarts, J. (1987). The Proximate Determinants of Exceptionally Fertility. Population and Development Review, 13 (1), 133-139.
————— (2015). Modeling the Fertility Impact of the Proximate Determinants: Time for a Tune-up. Demographic Research, 33 (19), 535-560. Recuperado de https://www.demographic-research.org/volumes/Vol33/19/
Bucheli, M. (2003). Transferencias y visitas entre padres e hijos no corresidentes. En Nuevas formas de familia. Montevideo: Unicef-Universidad de la República.
————— y Cabella, W. (2010). El perfil demográfico y socioeconómico de la población uruguaya según ascendencia racial. Notas de Población, 91, 161-200. Recuperado de https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/12876/np91161200_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y.
Bucheli, M. y Vigna, A. (2005). Un estudio de los determinantes del divorcio en Uruguay. Desarrollo y Sociedad, 56 (01), 1-21. Recuperado de https://ideas.repec.org/a/col/000090/003675.html
Bucheli, M. y Vigorito, A. (2015). Después de la ruptura: efectos de la separación en los contactos entre padres e hijos y el bienestar de las mujeres. En W. Cabella; M. Nathan; P. Fitermann y otros, Cambio familiar y bienestar de las mujeres y niños. Montevideo: Universidad de la República-Unicef. Recuperado de https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/handle/20.500.12008/7593.
————— (2017). Separation, Child-Support and Well-being in Uruguay. DT 05/2017. Montevideo: Iecon, FCEA, Universidad de la República. Recuperado de https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/handle/20.500.12008/18995.
————— (2019). Union dissolution and well-being in Uruguay, World Development 117: 61-71. DOI: 10.1016/j.worlddev.2018.12.009
Cabella, W. (1998). La evolución del divorcio en Uruguay (1950-1995). Notas de Población, 26 (67-68). Recuperado de https://repositorio.cepal.org/handle/11362/12681
————— (2007). El cambio familiar en Uruguay: una breve reseña de las tendencias recientes. Serie divulgación. Montevideo: UNFPA-Ediciones Trilce. Recuperado de https://uruguay.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/7_file1.pdf
————— (2008). Dissolução e formação de novas uniões: uma análise demográfica das tendências recentes no Uruguai. (Disertación de Maestría, Universidade Estadual de Campinas). San Pablo: Unicamp. Recuperado de http://repositorio.unicamp.br/jspui/handle/REPOSIP/278969
————— (2009). Dos décadas de transformaciones de la nupcialidad uruguaya. La convergencia hacia la segunda transición demográfica. Estudios Demográficos y Urbanos, 24 (2), 389-427. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0186-72102009000200389&script=sci_arttext
————— (2010). Los determinantes de la ruptura de la primera unión en el Uruguay: un análisis a partir de dos encuestas retrospectivas. Revista Latinoamericana de Población, 4 (7), 32-56. Recuperado de http://www.revistarelap.org/index.php/relap/article/view/151
————— (2014). La recomposición de pareja en el Uruguay: un estudio a partir de dos encuestas retrospectivas de la década de 2000. Revista Latinoamericana de Población, 8 (14), 5-30. Recuperado de http://www.revistarelap.com/index.php/relap/article/view/93
Cabella, W. y Fernández Soto, M. (2017). Evolución reciente de las uniones consensuales entre los jóvenes del Uruguay. Notas de Población, 105 (XLIIV), 107-132. Recuperado de https://www.cepal.org/es/publicaciones/43163-evolucion-reciente-uniones-consensuales-jovenes-uruguay
Cabella, W.; Fernández Soto, M. y Prieto, V. (2015). Las transformaciones de los hogares uruguayos vistas a través de los censos de 1996 y 2011. Montevideo: Ediciones Trilce-INE-Programa de Población y Iecon, Universidad de la República-OPP-MIDES-UNFPA.
Casper, L. (2007). The Blackwell Encyclopedia of Sociology. Oxford: Wiley & Sons.
Castro Martín, T. (2002). Consensual Unions in Latin America: Persistence of a Dual Nuptiality System. Journal of Comparative Family Studies, 33 (1), 35-55.
Davis, K. y Blake, J. (1956). Social Structure and Fertility: An Analytical Framework. Economic Development and Cultural Change, 4 (3), 211-235. Recuperado de https://www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/449714
Esping-Andersen, G. y Billari, F. C. (2015). Re-theorizing Family Demographics. Population and Development Review, 41 (1), 1-31.
Fernández Soto, M. (2010). Estudio sobre las trayectorias conyugales de las mujeres del Gran Montevideo. Revista Latinoamericana de Población, 4 (7), 79-104. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5349654
————— (2017). La disolución de la primera unión y su relación con la fecundidad de las mujeres montevideanas. Revista Latinoamericana de Población, 11 (21), 71-94. Recuperado de http://revistarelap.org/index.php/relap/article/view/23
————— (2019) El efecto de las disoluciones conyugales en la fecundidad de las mujeres de Montevideo. Tesis de doctorado, Universidad de la República, Facultad de Ciencias Sociales, Unidad Multidisciplinaria, Programa de Población. Recuperado de https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/21649/1/TD_FernandezSotoMariana.pdf
Filgueira, C. (1996). Sobre revoluciones ocultas: la familia en Uruguay. Montevideo: CEPAL.
Giddens, A. (1997). Modernidad e identidad del yo: el yo y la sociedad en la época contemporánea. Barcelona: Península.
Goldscheider, F.; Bernhardt, E. y Lappegård, T. (2015). The Gender Revolution: A Framework for Understanding Changing Family and Demographic Behavior. Population and Development Review, 41 (2), 207-239. Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/279057747_The_Gender_Revolution_A_Framework_for_Understanding_Changing_Family_and_Demographic_Behavior
Hajnal, J. (1965). European Marriage Patterns. In Perspective. En D. V. Glass y D. E. C. Eversley (Eds.), Population in History (pp. 101-143). Londres: Edward Arnold.
Instituto Nacional de Estadística (INE) (1986-2018). Encuestas Continuas de Hogares. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/encuesta-continua-de-hogares1.
————— (1963). Censo de Población, Hogares y Viviendas de 1963. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/censos1.
————— (1975). Censo de Población, Hogares y Viviendas de 1975. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/censos1
————— (1985). Censo de Población, Hogares y Viviendas de 1985. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/censos1.
————— (2011). Censo de Población, Hogares y Vivienda 2011. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/censos1.
————— (2013). Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/endis.
————— (2015). Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud. [en línea]. Recuperado de https://www.ine.gub.uy/web/guest/endis.
Laplante, B,; Castro-Martín, T.; Cortina, C. y Fostik, A. L. (2016). The contributions of childbearing within marriage and within consensual union to fertility in Latin America, 1980-2010. Demographic Research, 34 (29), 827-844.
Laslett, P. (1966) The World We Have Lost. Nueva York: Charles Scribner’s Sons.
Le Play, F. (1871/2010). L’Organisation de la famille. Whitefish: Kessinger Publishing.
Lesthaeghe, R. (1991). The Second Demographic Transition in Western Countries: An Interpretation. Bruselas: Vrije Universiteit. Recuperado de https://www.vub.be/demography/wp-content/uploads/2016/02/WP-IPD-1991-2.pdf.
————— y Moors, G. (1994). Living Arrangements and Parenthood: Do Values Matter? Bruselas: Vrije Universiteit. Recuperado de http://interfacedemography.be/wp-content/uploads/2016/02/WP-IPD-1994-2.pdf.
Lévi-Strauss, C. (1969). Las estructuras elementales del parentesco. Madrid: Paidós.
Livi-Bacci, M. (2007). Introducción a la Demografía. Barcelona: Arial.
López-Gay, A.; Esteve, A.; López-Colás, J.; Permanyer, I.; Turu, A.; Kennedy, Sh.; Laplante, B. y Lesthaeghe, R. (2014). A Geography of Unmarried Cohabitation in the Americas. Demographic Research, 30 (1), 1621-1638. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4493933/
McRae, S. (1999). Introduction: Family and Household Change in Britain. En S. McRae (Ed.), Changing Britain: Families and Households in the 1990s (pp. 6-29). Oxford: Oxford University Press.
Michel, A. (1972). Sociologie de la famille et du mariage. París: PUF.
Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) (2018). Observatorio Social de Programas e Indicadores. Montevideo: MIDES. Recuperado de http://observatoriosocial.mides.gub.uy/portal/indicadores.php#.
Organización de las Naciones Unidas (ONU) (2010). Principios y recomendaciones para los censos de población y habitación. Revisión 2. Nueva York: ONU.
Oppenheimer, V. K. (1988). A Theory of Marriage Timing. American Journal of Sociology, 94 (3), 563-591.
Paredes, M. (2003). Los cambios en la familia en Uruguay: ¿hacia una segunda transición demográfica? En Unicef y Universidad de la República, Nuevas formas de familia, perspectivas nacionales e internacionales. Montevideo: Unicef-Universidad de la República. Recuperado de https://www.bibliotecaunicef.uy/doc_num.php?explnum_id=51.
Parsons, T., y Bales, R. (1955). Family, Socialization and Interaction Process. Nueva York: The Free Press.
Pressat, R. (2000). El análisis demográfico. Métodos, resultados, aplicaciones. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Preston, S.; Heuveline, P. y Guillot, M. (2001). Demography: Measuring and Modelling Population Processes. Oxford: Blackwell.
Quilodrán, J. (2001). Un siglo de matrimonio en México. Ciudad de México: El Colegio de México.
Roussel, L. (1989). La famille incertaine. París: Editions Odile Jacob.
Rowland, R. (2015). Los regímenes demográficos y sus contextos. Revista de Demografía Histórica, XXXIII (II), 185-224. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5367798.pdf.
Schyrock , H. y Siegel, J. (2004). The Methods and Materials of Demography. Bureau of the Census, Social and Economic Statistics Administration, U.S. Department of Commerce.
Segalen, M. (1981). Sociologie de la famille. París: Armand Collin.
Swanson, D,; Siegel, J., y Shryock, H. (2004). The Methods and Materials of Demography. San Diego: Elsevier Academic Press.
Surkyn, J. y Lesthaeghe, R. (2004). Value orientation and the Second Demographic Transition (SDT) in northern, western and southern Europe: An update. Demographic Research, 10 (Suppl. 3), 45-86. Recuperado de https://www.demographic-research.org/special/3/3/.
Tapinos, G. (1988). Elementos de Demografía. Madrid: Espasa.
Uruguay (2004). Ley 17823. Código de la Niñez y la Adolescencia. Recuperado de https://www.impo.com.uy/bases/codigo-ninez-adolescencia/17823-2004
————— (2007). Ley 18246 de Unión Concubinaria. Recuperado de https://www.impo.com.uy/bases/leyes/18246-2007
————— (2012). Ley 18897 de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ley del aborto. Recuperado de https://www.impo.com.uy/bases/leyes/18987-2012
————— (2013). Ley 19075 de Matrimonio Igualitario. Recuperado de https://www.impo.com.uy/bases/leyes/19075-2013
Van de Kaa, D. J. (1987). Europe’s Second Demographic Transition. Population Bulletin, 42 (1), 1-59.
Varela Petito, C. (Coord.) (2008). Demografía de una sociedad en transición. La población uruguaya a inicios del siglo XXI. Montevideo: Ediciones Trilce. Recuperado de https://uruguay.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/43_file1.pdf
Vigorito, A. (2011). El bienestar de las mujeres y la disolución de uniones en Uruguay. En J. Melo Vieira y G. Binstock (Coords.), Nupcialidad y familia en la América Latina actual. Río de Janeiro: UNFPA-ALAP.
Welti, C. (1997). Demografía I y II. Ciudad de México: Prolap-UNAM-Celade.
Yépez-Martínez, B. (2013). La demografía de la familia y los hogares. Cuadernos del CENDES, 30 (83). Recuperado de http://ve.scielo.org/scielo.php?pid=S1012-25082013000200008&script=sci_arttext.
Anexo
Cuadro 1. Preguntas y conceptos relativos a hogares y familias en los censos de población de Uruguay
1963 | 1975 | 1985 | 1996 | 2011 | |
Definición de hogar particular | Grupo de personas que ocupan una misma vivienda y hacen vida en común (si incluye más de cinco pensionistas pasa a considerarse un hogar colectivo) Hogar = vivienda | Persona o grupo de personas que comparten la olla y viven bajo el mismo techo. (si incluye más de cinco pensionistas pasa a considerarse un hogar colectivo) Hogar = unidad doméstica | Grupo de personas que comparten la olla y viven bajo el mismo techo (unidad doméstica). Hogar = unidad doméstica | Grupo de personas que comparten la olla y viven bajo el mismo techo. Hogar = unidad doméstica | Grupo de personas que comparten la olla y viven bajo el mismo techo. Hogar = unidad doméstica |
Redacción de pregunta | No corresponde, no se identifican hogares al interior de la vivienda | ¿Todos comparten los gastos en comida? | ¿En esta vivienda, todos comparten los gastos al menos en comida? | ¿En esta vivienda, cuántos hogares (grupo de personas) tienen presupuestos separados, al menos para la comida? (participan de una olla común) | Todas las personas que residen habitualmente en esta vivienda, ¿comparten un mismo fondo común para la alimentación? |
Definición de jefatura | Persona reconocida como tal por los demás miembros del hogar “ya sea por su edad, por ser el principal sostén económico de la familia o por otras razones (…) puede ser un hombre o una mujer”. | Persona reconocida como tal por los demás integrantes del hogar. | Persona reconocida como tal por los demás integrantes del hogar. | Persona reconocida como tal por los demás integrantes del hogar. | Persona reconocida como tal por los demás integrantes del hogar. Jefa o jefe es la persona reconocida como tal por los demás integrantes del hogar particular. En el caso que el informante no pueda o no quiera identificar una jefa o un jefe, solicítele que declare otro miembro del hogar como persona de referencia a partir del cual se establecen las relaciones de parentesco con los demás integrantes. |
Categorías de la relación de parentesco | 1 Jefe de familia 2 Esposa o compañera 3 Hijos (ambos sexos, incluyendo hijastros, excluyendo yernos y nueras) 4 Padres (incluyendo suegros, suegras, padrastros y madrastras) 5 Otro parientes 6 Personal de servicio (sirvientes, choferes mayordomos, etc., incluyendo sus parientes) 7 Otros no parientes 8 Peones, capataces, mayordomos de estancias y chacras, etc. 10 Encargado de la colectividad 11 Familiares del encargado de la colectividad 12 Otro Integrante de la colectividad 13 Ignorado |
0 Jefe/a 1 Esposa/o o Compañera/o 2 Hijo/a 3 Yerno o nuera 4 Padres o suegros 5 Otros parientes 6 Servicio doméstico 7 Otros no parientes 8 Miembro de hogar colectivo 9 Ignorado |
0 Jefe 1 Esposa 2 Hijo/a 3 Yerno o Nuera 4 Padres o suegros 5 Otros parientes 6 Servicio doméstico 7 Otros no parientes 8 Hogar colectivo |
0 Jefe 1 Esposa 2 Hijo/a 3 Yerno o Nuera 4 Padres o suegros 5 Otros parientes 6 Servicio doméstico 7 Otros no parientes 8 Hogar colectivo |
1 Jefe/a o persona de referencia 2 Esposo/a o compañero/a 3 Hijo/a de ambos 4 Hijo/a solo del jefe/a 5 Hijo/a del esposo/a o compañero/a 6 Yerno/nuera 7 Padre/madre 8 Suegro/a 9 Hermano/a 10 Cuñado/a 11 Nieto/a 12 Otro pariente 13 Otro no pariente 14 Servicio doméstico o familiar del mismo 15 Miembro de hogar colectivo |
Notas
¹ El European Fertility Project, conducido por el demógrafo J. A. Coale en 1963 en la Oficina de Investigación de la Universidad de Princeton, buscaba contrastar la teoría de la transición demográfica a partir de evidencia empírica de gran parte del territorio europeo, usando como indicador clave el descenso de la fecundidad matrimonial en Europa.
² John Hajnal estudió el rol de la nupcialidad como regulador de los sistemas demográficos en la década del sesenta. En sus trabajos estableció que en Europa existían dos modelos de matrimonio: del lado oriental prevalecía un modelo en el que la edad a la primera unión era más tardía y la soltería era alta, mientras que en el occidente europeo el matrimonio era más temprano y la soltería mostraba niveles mínimos (Rowland, 2015).
³ Con la salvedad de la Historia, que tiene una extensa acumulación en el tema.
⁴ Se denomina baby boom al incremento de la tasa de natalidad que siguió a la Segunda Guerra Mundial y que comprende a las generaciones nacidas entre 1946 y 1964.
⁵ En el caso de Uruguay, las encuestas continuas de hogares (ECH) que lleva a cabo el Instituto Nacional de Estadística (INE).
⁶ Véase, por ejemplo, Varela Petito (2008).
⁷ Jefe/a, esposa o compañera, hijo/a, yerno/nuera, padres o suegros, otros parientes, servicio doméstico, y otros no parientes.
⁸ Hijo/a de ambos, hijo/a del jefe/a, suegro/a, hermano/a, cuñado/a.
⁹ Para un detalle de los cambios entre censos véase el Cuadro 1 del Anexo.
¹⁰ Para un análisis más pormenorizado de los cambios en la estructura de hogares véase Cabella, Fernández Soto y Prieto (2015).
¹¹ La información de la ECH para 2018 se incluye a efectos de extender el período de análisis, pero implica algunas salvedades. Recuérdese que se trata de una muestra y que además involucra un operativo de diferente índole que los censos. De todos modos, las tendencias son consistentes entre ambas fuentes, a excepción de la reducción de los hogares unipersonales: su menor peso en la ECH puede deberse a una menor probabilidad de encuestar a esos hogares que, por su condición de unipersonales, pueden ofrecer mayores dificultades para encontrar quién atienda al encuestador.
¹² A saber: las personas en pareja pueden estar en un matrimonio o unión consensual, mientras que las que no están en pareja pueden no estarlo por soltería, viudez, divorcio o separación de hecho.
¹³ En promedio, los hombres se casan a edades más tardías que las mujeres.
¹⁴ La tabla de nupcialidad es una tabla de decrementos simples como la tabla de vida en mortalidad que en lugar de defunciones utiliza el primer matrimonio o la primera unión. Véase en el capítulo de mortalidad la definición y construcción de la tabla de vida.
¹⁵ Se calcula de la siguiente manera: primero se clasifican los divorcios por duración y año de registro del matrimonio, luego se relaciona por cociente con la cohorte de matrimonio a la que pertenece. De esa manera se obtiene la tasa específica de divorcio para cada duración del matrimonio en ese año. El ICD es la sumatoria de las tasas específicas de divorcio por duración.
¹⁶ Se entiende por sistemas duales de nupcialidad a aquellos en los que coexisten como forma de unión la cohabitación y el matrimonio.