Manual de Demografía

Material de consulta para estudiantes vinculados a la Demografía y los Estudios de Población

CAPÍTULO 12

La medición de la natalidad y la fecundidad en la reproducción humana
Ignacio Pardo

Los principales conceptos involucrados: reproducción, natalidad, fecundidad, fertilidad

Como suele señalar el reconocido demógrafo Massimo Livi-Bacci (2007), lo biológico y lo social constituyen «las dos almas» de la Demografía. Esto queda especialmente de manifiesto al estudiar la fecundidad. Tener hijos es una capacidad de las personas que tiene lugar dentro de ciertas condicionantes biológicas (un rango de edad, por lo pronto, que en las mujeres va desde la menarquía a la menopausia) pero es también un comportamiento socialmente aprendido que se ha transformado profundamente, sobre todo en las últimas décadas. 

De hecho, los cambios en los patrones de formación y disolución de parejas, el uso de métodos anticonceptivos o el cambio en las prácticas sexuales dejan de manifiesto la naturaleza preeminentemente social de los factores decisivos en el comportamiento reproductivo. Para más complejidad, los fenómenos sociales también modifican en parte los condicionamientos biológicos, como se ha observado históricamente en la relación entre bienestar de la población, nutrición y fertilidad, por ejemplo, o en el actual uso de las tecnologías de la reproducción asistida (TRA), que combaten el avance de la infertilidad, sobre todo en los últimos años de la vida reproductiva.

La medición del tema es más compleja que en el caso de la mortalidad. Entre otras cosas, porque a diferencia de morir, tener hijos es un hecho repetible y acumulable. Esto obliga a considerar, en muchas de las instancias de medición, unos subgrupos especialmente relevantes para el cálculo: los formados por las mujeres según paridez (cantidad de hijos ya tenidos), de las que se pueden esperar comportamientos altamente diferenciales entre sí. La complejidad también está dada porque tener hijos es un hecho al que no estamos expuestos durante toda la vida y que, en principio, requiere de la participación de dos personas. Parte de estos desafíos se salva midiendo la fecundidad a partir de los hijos que tienen las mujeres, lo que permite medir con certeza la totalidad de los nacimientos y así cumplir con los objetivos fundamentales del análisis demográfico de la fecundidad. De todos modos, el interés por la fecundidad masculina ha crecido en los últimos años.

Es necesario empezar este capítulo diferenciando conceptos. Aunque refieran a fenómenos muy interrelacionados, reproducción, fecundidad, natalidad y fertilidad no son sinónimos, sino nociones distintas.

  • En Demografía, la idea de reproducción describe la sustitución de los miembros de una población por otros nuevos. Esta dinámica intergeneracional, que hace mantener una población en el tiempo más allá de la rotación de los individuos que la componen, depende tanto de los nacimientos como de la mortalidad.
  • La idea de natalidad, en cambio, refiere a la frecuencia de los nacimientos en relación con las poblaciones tomadas en su totalidad. Por eso, cuando en las Estadísticas Vitales de Nacimientos de Uruguay (MSP, 2020) se reporta que se produjeron 43.036 nacimientos en 2017, en relación con los 47.049 registrados en 2016, se está reportando un descenso de la natalidad y no de la fecundidad.¹
  • La idea de fecundidad refiere en cambio a la frecuencia de los nacimientos en subconjuntos de esa población: por ejemplo, en las mujeres en edad de procrear, o en un subconjunto más pequeño. Por eso, con el auxilio de tasas de fecundidad, como las que veremos más adelante, puede observarse cuántos hijos tienen como media las mujeres de 15 a 49 años o cuántos tiene la adolescente promedio (15 a 19 años). En ese caso sí estaremos describiendo la fecundidad. El término es el más popular, probablemente por sus ventajas en la medición de la intensidad del fenómeno de tener hijos, por lo que muchas veces se utiliza para designar el estudio de todo el proceso por el cual los miembros de una población la incrementan teniendo hijos.

La idea de fertilidad, finalmente, refiere a la capacidad biológica de tener hijos. Por lo tanto, en relación con los nacimientos, se trata solo de una potencialidad: se puede ser fértil y no tener hijos, como sucede cada vez con más frecuencia. Y se puede ser infértil de forma permanente (en cuyo caso se puede hablar de esterilidad) o transitoria. La confusión entre términos es frecuente, en gran medida por lo que sucede en el inglés: fertility quiere decir fecundidad y no fertilidad. La palabra inglesa para fertilidad es, curiosamente, fecundity.

A menudo se habla adicionalmente de comportamiento reproductivo para identificar el conjunto de normas y prácticas que siguen individuos y sociedades y diferenciarlas de los patrones de fecundidad y natalidad que estas normas y prácticas contribuyen a producir a nivel agregado. Es a este nivel que pueden estudiarse variedad de aspectos asociados a la fecundidad que favorecen la complejidad mencionada antes: la elección de una pareja con la cual se tienen los hijos, la actividad sexual o la posibilidad de que una concepción no termine en un nacimiento sino en un aborto, por ejemplo. 

Natalidad: nacimientos y tasa bruta de natalidad

La medida de natalidad más elemental es el número absoluto de nacimientos (es decir, hijos nacidos vivos) en una población y período determinados. Por ejemplo, como vimos, en 2017 Uruguay registró 43.036 nacimientos, cifra bastante menor que la registrada por Brasil que en ese mismo año tuvo unos 2,87 millones de nacimientos según reporta el Instituto Brasileiro de Geografia e Estatistica (IBGE). Conocer estos números absolutos es de utilidad para varias funciones, entre las que están la previsión de ciertos servicios que brinda el Estado, como los de salud o educación en la primera infancia.

Pero para medir la intensidad del fenómeno, el número absoluto de nacimientos es un mal indicador, porque está fuertemente correlacionado con la población total. Los 2,87 millones de nacimientos en Brasil son muchos más que los 43.036 en Uruguay por razones ajenas al comportamiento reproductivo. Sencillamente, Brasil tiene más de doscientos diez millones de habitantes y Uruguay cerca de tres millones y medio, por lo que la capacidad para producir nacimientos es fuertemente diferencial. 

Por eso, es necesario medir los nacimientos con un indicador que los relacione con la población total. El más apropiado para este fin es la tasa bruta de natalidad (TBN), una tasa demográfica, con los nacimientos en el numerador y la población de cierto período en el denominador, multiplicada por una constante. El período suele ser de un año y la constante 1000. 

Por cierto, la población de un período no es la misma de principio a fin, por lo que lo apropiado es hablar de años-persona vividos por la población, por ejemplo en un año. Habitualmente, la información completa sobre años-persona vividos no está disponible, por lo que se asume que un acercamiento razonable es el de considerar la población media del período. Si seguimos con el ejemplo de un año calendario, que es la práctica usual en el cálculo de este indicador, será la población medida o estimada al 30 de junio de ese año específico.

Así, la TBN puede leerse como cantidad de nacimientos cada mil habitantes en un año determinado y la comparación entre la natalidad uruguaya y brasilera, siguiendo con el ejemplo, puede tener sentido. En la Tabla 1 se muestra que el comportamiento reproductivo de ambos países es similar, aun cuando el número de nacimientos era tan distinto. La TBN es fácil de calcular en términos de disponibilidad de datos y, como vimos, de fácil interpretación.

Tabla 1. Nacimientos y tasa bruta de natalidad de Uruguay y Brasil, 2017

Nacimientos TBN
Uruguay 43.036 43.036 / 3.493.205 * 1000 = 12,32
Brasil 2.870.000 2.870.000 / 207.834.000 * 1000 = 13,81

Fuente: Estadísticas Vitales (INE, 2020) y Population Division-Naciones Unidas

La TBN es además comparable con otras tasas brutas (de mortalidad, migración o crecimiento) con las que comparte el mismo denominador. Y es la forma adecuada de observar el impacto de la natalidad en el crecimiento de la población. Cuando seguimos de cerca la evolución del crecimiento poblacional motivada por la transición demográfica, es de uso observar el aporte de la natalidad a través de su tasa bruta.

Fecundidad y reproducción: las principales medidas transversales o de período

En el estudio de la fecundidad, como en cualquier evento estudiado desde técnicas de análisis demográfico, la mirada es potencialmente doble: podemos analizar una población transversalmente, es decir, durante un momento del tiempo en el que conviven las personas de todas las edades, o analizar una cohorte a través de los eventos que vivieron a lo largo del tiempo. Por cohorte nos referimos típicamente a una cohorte de nacimiento: los nacidos en cierto año. En el primer caso, generaremos indicadores de período; en el segundo, indicadores de cohorte.

La medición más frecuente de la fecundidad es la que se obtiene a través de indicadores de período. Así se suele seguir la evolución de la intensidad del fenómeno en una población determinada, año tras año. ¿Por qué? En principio, este tipo de indicadores no puede medir la fecundidad completa de una cohorte real, porque la fecundidad de quienes aún están en su período fértil siempre es incompleta. Pero aun así nos interesa medir las tendencias de la población de esas edades y estimar cómo sería su fecundidad final si las tendencias de las edades siguientes se mantuviesen. Esto quedará claro más adelante; ahora vayamos paso a paso. ¿Con qué indicadores específicos se mide la fecundidad de período? Hay varias opciones.

  • La tasa de fecundidad general (TFG) mide la fecundidad con la cantidad de nacimientos en el numerador, de una manera muy similar a la TBN, pero utilizando como denominador a la población femenina de 15 a 49 años. Se trata del lapso en el que se asume que suceden prácticamente todos los nacimientos.² Así, decimos que la medición se refina, al tomar en cuenta la población expuesta al riesgo de concebir un hijo, que no es toda la población, sino las mujeres de las edades mencionadas.

Con datos de Uruguay 2017:

Es decir que en 2017 hubo 50,19 nacimientos cada 1000 uruguayas de 15 a 49 años.

Con respecto a la TBN, la TFG mejora la comparabilidad de la intensidad de la fecundidad entre poblaciones con distinta estructura por edades.

  • Las tasas específicas de fecundidad por edad (fx) miden la fecundidad de cada edad simple o grupo quinquenal de edades (típicamente, cada uno de los siguientes siete grupos: 15 a 19, 20 a 24, 25 a 29, 30 a 34, 35 a 39, 40 a 44 y 45 a 49 años). En el numerador de estas tasas están los nacimientos producidos por mujeres de cierta edad y en el denominador, la cantidad de mujeres de esa edad en particular.

Estas tasas muestran cómo va cambiando la fecundidad de las mujeres según las distintas edades, que reflejan las etapas de la vida fértil, como se ve para el caso de Uruguay en el Gráfico 1. Allí se consideran todos los nacimientos juntos, independientemente del orden, mientras que en el Gráfico 2 se aprecia mejor el comportamiento específico de la transición a la maternidad: para ver las tendencias poblacionales relativas al nacimientos de primogénitos, se grafican las tasas específicas de fecundidad por edad y orden 1.

Gráfico 1. Tasas específicas de fecundidad por edad. Uruguay, 2017

Fuente elaboración propia a partir de nacimientos anuales por edad de la madre (MSP, 2020) y estimaciones de población (INE, 2014).

Gráfico 2. Tasas específicas de fecundidad por edad de orden 1. Uruguay, 2017

Fuente elaboración propia a partir de nacimientos anuales por edad de la madre (MSP, 2020) y estimaciones de población (INE, 2014).

Las tasas específicas de fecundidad (TEF) implican un refinamiento en la elaboración de indicadores demográficos con respecto a la TFG, porque miden la intensidad de la fecundidad depurando el efecto de la desigual estructura de edades que pueda existir al interior de la población femenina de 15 a 49 años. Permiten también construir un indicador sintético que resume la intensidad de la fecundidad de todas las mujeres en edad fértil, ahora sí con la certeza de que la estructura por edades de esa no afectará significativamente la medición. 

  • La tasa global de fecundidad (TGF)³ mide el número de hijos que en promedio tendría una mujer de una cohorte ficticia que cumpliera con dos condiciones: a) tener hijos durante su período fértil de acuerdo a las tasas de fecundidad por edad de la población en estudio y b) no estar expuesta al riesgo de mortalidad (o migración) desde su nacimiento hasta el fin de su período fértil. En términos de cálculo, se trata de sumar las tasas específicas por edades. Si las tasas son de edades quinquenales, multiplicando por cinco (por los cinco años que componen cada tramo)

Para tasas de fecundidad por edades simples: 

El factor de multiplicación 5 indica que en grupos de edades quinquenales las tasas que son el valor medio del grupo de edad x a x+n se deben expandir para cada grupo de edad del intervalo.

La TGF es, con distancia, la medida de fecundidad más utilizada. Cuando escuchamos frases como «la fecundidad uruguaya es de 1,7 hijos por mujer», que es verdadera si hablamos de 2017, el enunciado correcto que está por detrás sería más estrictamente «la TGF uruguaya es de 1,7». En la Tabla 2 se muestra la construcción de la TGF a partir de las TEF por edad, que se suman y luego multiplican por cinco. Recordemos por qué: las cifras refieren a la experiencia de un año calendario de los cinco años de edad que están dentro de cada grupo quinquenal.

Tabla 2. Tasa global de fecundidad a partir de las tasas específicas de fecundidad por edad. Uruguay, 2017

Grupo de edad (x, x+n) Nacimientos (N) Población femenina (PF) al 30/6/2017 Tasa específica de fecundidad (fx)
15-19 5.465 128.864 0,042
20-24 10.292 133.064 0,077
25-29 9.975 125.598 0,079
30-34 9.657 120.124 0,080
35-39 5.978 121.895 0,049
40-44 1.578 118.766 0,013
45-49 91 109.122 0,001
1,71

Fuente: elaboración propia a partir de nacimientos anuales por edad de la madre (MSP, 2020) y estimaciones de población (INE, 2014)

Las razones de la popularidad de la TGF son dos: no necesita más que nacimientos por edad y estimaciones de población femenina por edad para calcularse⁴ y tiene una gran capacidad de síntesis (resume al menos siete tasas específicas)⁵ para registrar la intensidad de la fecundidad, en tanto no está afectado por la estructura por edad y sexo de la población. Y por todo eso resulta útil para comparar distintas poblaciones o la misma a través del tiempo, con el valor de proveer una interpretación fuertemente intuitiva, como la cantidad media de hijos por mujer. Un apunte adicional: así como antes se señalaba la posibilidad de calcular TEF por orden, se puede generar la TGF por orden, del mismo modo que se genera la TGF total. Además, la sumatoria simple de las TGF por orden genera la TGF total.

Las debilidades de la TGF se vinculan a los supuestos en que se basa cualquier medición que use cohortes sintéticas. Uno de ellos, sin embargo, se puede asumir sin grandes temores: en una población de mortalidad baja no introducimos un gran sesgo al asumir que las mujeres no abandonan la población hasta el fin de su vida fértil. 

El otro gran supuesto de la TGF puede ser más problemático. Cuando asumimos que las tasas de fecundidad por edad se mantienen fijas podemos estar —o no— ante una debilidad de la TGF. Estamos frente a una debilidad cuando el calendario de la fecundidad se modifica y estas tasas cambian, típicamente por la postergación de la edad al nacimiento del primer hijo. Así, en los años en que se posterga la fecundidad la TGF puede bajar para recuperarse cuando estos nacimientos finalmente suceden en edades más avanzadas. Aunque la fecundidad final de las cohortes no se modificara, la TGF, como medida de intensidad basada en una cohorte sintética, descendería (y luego se recuperaría) por un cambio exclusivamente de calendario. Es lo que se conoce como efecto tempo y ha llevado a generar medidas adicionales como las llamadas TGF ajustadas.

  • La tasa bruta de reproducción (TBR) es igual a la TGF, salvo porque refiere a los nacimientos de hijas mujeres. La intuición que subyace a este indicador es que una población se reproduce si por cada mujer nace otra mujer, asegurando su potencial reproductivo. Por tanto, su cálculo es el mismo, pero con los nacimientos de hijas mujeres en lugar de los nacimientos totales en el numerador de cada tasa específica. A continuación, sigue un ejemplo de estimación a partir de TEF para grupos de edad quinquenales.

Dado que el acceso a información sobre el sexo del bebé no es universal en todos los países, se puede lograr un acercamiento al cálculo de este indicador a partir de una regularidad biológica que se verifica al nacimiento: nacen unos 105 varones por cada 100 mujeres. Así, también es posible calcular la TBR a partir de la TGF, simplemente asumiendo que TBR = TGF × 0,4878⁶

De todos modos, como se dijo al comienzo de este mismo capítulo, la reproducción de una población se explica por la evolución conjunta de nacimientos y muertes. Aunque en una primera instancia podemos asumir que una población se reemplaza cuando TBR = 1, es decir, cuando una mujer da luz a otra, esto no es del todo cierto. En poblaciones de baja mortalidad, una TBR cercana a uno puede ser suficiente, pero no lo es en poblaciones con alta mortalidad. Incorporar la mortalidad a la tasa es lo que permite considerarla neta en vez de bruta.

Entonces, la tasa neta de reproducción (TNR) es igual a la TBR, pero además de circunscribirse a los nacimientos de hijas mujeres toma en cuenta otra restricción: la mortalidad que experimentarán desde su nacimiento hasta la edad que tenían sus madres cuando ellas nacieron.

Por ese motivo, siempre sucede que TBR > TNR, aunque la distancia entre ambas dependerá de los niveles de mortalidad de las poblaciones estudiadas. En el caso uruguayo, la distancia es muy escasa por los bajos niveles de mortalidad de nuestra población. 

De esta manera sí es posible decir que una TNR = 1 asegura el reemplazo de la población, mientras que un valor por debajo implica que hay menos hijas que madres y por tanto está por debajo del nivel de reemplazo. Un valor por encima de uno implica que esa población produce generaciones más grandes que las anteriores. En la Tabla 3 se amplía la idea de umbral de reemplazo.

El cálculo de la TNR es más complejo que el del resto de los indicadores que acabamos de ver, ya que conocer las probabilidades de supervivencia de las hijas desde el nacimiento hasta la edad que tenían sus madres al darlas a luz necesita de cálculos propios de tablas de vida. Una tabla de vida del mismo año calendario que los datos de fecundidad permitirá calcular la TNR, como es el caso de todas las medidas de período basadas en cohortes sintéticas. En la siguiente tabla se presenta un ejemplo de estimación de TBR y TNR a partir de datos de fecundidad de 2017 para Uruguay.

Tabla 3. Ejemplo de estimación de tasa bruta de reproducción y tasa neta de reproducción a partir de tasa global de fecundidad, Uruguay, 2017 y datos de sobrevivencia femenina, Uruguay, 2020

Grupo de edad (x, x+n) Tasa específica de fecundidad, TEF (fx,x+n)  TEF de nacimientos femeninos, TEFF (fx,x+n * 0,4878) Años persona femeninos (Lx,x+n) TEFF ajustadas por sobrevivencia (fx,x+n*Lx,x+n)
15-19 0,042 0,020 492.610 10.092
20-24 0,077 0,038 491.715 18.469
25-29 0,079 0,039 490.574 18.905
30-34 0,08 0,039 489.136 19.088
35-39 0,049 0,024 487.192 11.645
40-44 0,013 0,006 484.384 3.072
45-49 0,001 0,000 480.163 234
Total 0,341 0,166 81.505,3
Indicador TGF TBR TNR
Valores  0,341 × 5 = 1,705 0,166 × 5 = 0,83 81.505,3/100.000 = 0,815
1,705 × 0,4878 = 0,8317

Fuente: elaboración propia a partir de tasas de fecundidad específicas presentadas en la Tabla 2 y en estimación de años persona (Lx) publicadas por CEPAL (2017, p. 195).

Recuadro 1.
El umbral de reemplazo en la fecundidad y la inercia demográfica

El umbral de reemplazo en la fecundidad, a veces llamado simplemente nivel de reemplazo o fecundidad de reemplazo, es el nivel de la fecundidad que permitiría sustituir a una generación por otra en la reproducción de las poblaciones humanas, en el largo plazo. Como vimos al principio del capítulo, la reproducción de las poblaciones se explica por fecundidad y mortalidad a la vez, por lo que una idea como la del umbral de reemplazo de la fecundidad contiene inevitablemente algún supuesto sobre los niveles de mortalidad de la población. Si asumimos que el reemplazo de la población está garantizado cuando TNR = 1 es porque incluimos en el propio cálculo las probabilidades de supervivencia de las hijas, desde el nacimiento hasta la edad que tenían sus madres al darlas a luz.⁷ La opción más popular, de todos modos, es la de considerar el umbral de reemplazo como TGF = 2,1. ¿De dónde surge esta cifra? Si reemplazamos una población cuando cada madre es sustituida por una hija, la cantidad de dos hijos refleja aproximadamente el nacimiento de un hijo y una hija. El 0,1 restante compensa el desbalance propio de la razón de masculinidad al nacer, que refleja la probabilidad levemente mayor de que un nacimiento sea masculino, y el efecto de la mortalidad en las primeras etapas de la vida. Como se podrá intuir, un valor de TGF = 2,1 no representa el umbral de reemplazo universal, sino aquel que tiene sentido en las poblaciones con baja mortalidad. Las poblaciones pretransicionales necesitaban de una fecundidad hasta tres veces mayor para reemplazarse a sí mismas, por citar un ejemplo extremo. Hoy mismo, hay poblaciones en etapas tempranas de la transición demográfica, para las cuales un valor de 2,1 reflejaría una fecundidad insuficiente para el reemplazo. Pero ese umbral es razonable para poblaciones en las que la mortalidad es baja, como la uruguaya.

Fecundidad y reproducción: las medidas longitudinales o de cohorte

Como vimos, las medidas de período, muy útiles y usadas, tienen un talón de Aquiles: se basan en cohortes ficticias y por tanto están expuestas a algunos problemas, como el mencionado efecto tempo. Cuando utilizamos medidas de tipo longitudinal, en cambio, medimos la fecundidad de una cohorte real. La debilidad, en este caso, es de tipo práctico: podemos medir la fecundidad de una cohorte real solo cuando culmina el período fértil y dejamos fuera del análisis a todas los que en ese momento tienen menos edad. Al menos si queremos medir la experiencia reproductiva entera de una cohorte, muchas veces llamada más laxamente «fecundidad final» o «fecundidad completa», porque también podríamos medir la fecundidad acumulada de una cohorte a cierta edad (digamos, los treinta años). Los siguientes son los principales indicadores cuando se trata de medidas de fecundidad de cohorte:

  • La paridez media acumulada (PMA) mide el número medio de hijos tenidos por mujeres de una cohorte de nacimiento, al llegar a una determinada edad. El cálculo es muy sencillo: se trata del cociente entre el número de hijos nacidos vivos tenidos por las madres en cierto grupo de edad x y el número de mujeres en el mismo grupo de edad. Hablamos de grupo de edad porque es frecuente que el cálculo remita a edades quinquenales, pero nada impide hacer el cálculo para edades simples u otros agrupamientos.
  • La paridez media final (PMF) es un caso específico de la PMA: corresponde a la PMA por las mujeres de 45 a 49 años. Por lo tanto, muestra el número medio de hijos que tuvieron las mujeres de cierta cohorte a lo largo de su vida fértil. Cuando se habla de la fecundidad final de las cohortes suele hacerse referencia a la PMF.⁸

La PMF puede recogerse de forma relativamente sencilla. Por ejemplo, en los censos de población.

Tabla 4. Ejemplo: paridez media acumulada según grupos de edades. Uruguay, 2011

Grupos de edad Total de hijos nacidos vivos (1) Total de mujeres (2) Paridez media (3) = (1) / (2)
15-19 13.690 127.722 0,11
20-24 59.792 119.878 0,50
25-29 115.234 114.223 1,01
30-34 185.675 118.142 1,57
35-39 228.467 112.687 2,03
40-44 238.207 103.433 2,30
45-49 249.824 101.891 2,45

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda de 2011 (INE, 2014)

Gráfico 3. Paridez media acumulada por grupo de edad quinquenal. Uruguay, 1975, 1985, 1996 y 2011

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda de 2011 (INE, 2013).

  • La probabilidad de agrandamiento de la familia (PAF), un indicador de nombre un tanto heterodoxo, conocido habitualmente como PPR (por la expresión inglesa parity progression ratio), es también habitual en la descripción de la fecundidad de las cohortes. La PAF permiten observar el movimiento de las mujeres de una paridez a la siguiente, a través de un procedimiento muy sencillo: se trata de observar la proporción de una cohorte con una cantidad i de hijos que pasó a tener al menos i + 1. Por ejemplo, la proporción de mujeres con un hijo que tuvieron al menos un segundo que hayan continuado luego hacia parideces superiores o no. En términos de cálculo, también es muy intuitivo:

Así, la PAF (0,1) no es más que la proporción de mujeres que se convirtieron en madres. En Uruguay, el valor de la PAF (0,1) es de 0,884. Es decir que al momento de medir el dato (en este caso, el censo de población de 2011), un 88,4 % de la población femenina de 45 a 49 estaba constituido por madres. 

La PAF se suele calcular sobre el universo de las mujeres de 45 a 49, o en edades superiores, considerando que se pretende describir el comportamiento de una cohorte que terminó su vida reproductiva.⁹ El indicador es sencillo y de muy fácil interpretación para estudiar el cambio en el comportamiento reproductivo de una población. Por ejemplo, si la PAF (2,3) desciende mucho, como ha sucedido en el caso uruguayo especialmente desde la década del noventa a la actualidad, estamos ante una señal inequívoca de la adopción de un comportamiento específico de freno o stopping al aumento de la paridez luego de los dos hijos.

Tabla 5. Ejemplo: Probabilidad de Agrandamiento de la Familia. Uruguay, 2011

Cantidad de hijos nacidos vivos (n) Cantidad de mujeres de 45-49 años con n hijos nacidos vivos Cantidad de mujeres de 45-49 años con al menos n hijos nacidos vivos PAF Notación
0 10.764 102.958 0,884 PAF (0-1)
1 17.752 90.968 0,805 PAF (1-2)
2 33.276 73.216 0,546 PAF (2-3)
3 20.009 39.940 0,499 PAF (3-4)
4 9.005 19.931 0,548 PAF (4-5)
5+ 10.926 10.926

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda de 2011 (INE, 2014).

Las PAF para el caso uruguayo ilustran cuánto facilitan la interpretación del comportamiento reproductivo. Por ejemplo, si sabemos que del total de mujeres que terminaron su vida reproductiva (siguiendo el criterio convencional de considerar el grupo de 45 a 49 años de edad), hay 73.216 que tuvieron al menos dos hijos y 90.968 que tuvieron al menos uno, podemos calcular fácilmente que la PAF(1-2) = 73.216/90.968 = 0,805, e interpretar sencillamente que aproximadamente un 80 % de las mujeres que tuvieron un hijo tuvieron un segundo.

  • La proporción de mujeres por paridez es quizá el indicador más sencillo en que se puede pensar para describir la fecundidad final de una población de mujeres que terminó su vida reproductiva. En algún sentido, se trata de un indicador más informativo que la PMF, porque permite ver la estructura específica de la población femenina por paridez, en lugar de un valor de resumen. Para utilizar un ejemplo muy simplificado, una población femenina de diez mujeres con una PMF de 2,5 hijos será resultado de distintos comportamientos si está formada por cinco mujeres sin hijos y cinco mujeres con cinco hijos, que si lo está por dos mujeres con un hijo, tres mujeres con dos hijos, tres mujeres con tres hijos y dos mujeres con cuatro.

Gráfico 4. Proporción de mujeres (45-49 años) por paridez. Uruguay, 2011

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Censo de Población y Vivienda de 2011 (INE, 2013)

En Uruguay, el censo de 2011 permitió conocer esta distribución por paridez (Gráfico 4). El próximo censo, programado para 2023, mostrará cambios al respecto, con una mayor proporción de mujeres en las parideces más bajas, producto del descenso de la fecundidad.

Las medidas de calendario

Junto con la distinción período-cohorte, la otra distinción central del análisis demográfico es entre medidas de intensidad y medidas de calendario. Las medidas de calendario analizan la distribución por edad de los eventos demográficos, en este caso la fecundidad, habitualmente al sintetizar los datos a través de medidas de tendencia central. Así, los principales indicadores de calendario de la fecundidad refieren a la edad media (de la población femenina) al momento del nacimiento de sus hijos, o, menos frecuentemente, la mediana o moda. La principal distinción a hacer es entre los siguientes indicadores.

El cálculo de la EMM es relativamente sencillo, ya que alcanza con sumar las tasas de fecundidad específicas por edad, ponderadas por las edades, y dividir el resultado por la suma de las tasas específicas por edad. Si no tenemos las tasas expresadas en edades simples, sino en intervalos quinquenales, podemos representar cada intervalo por su punto medio (por ejemplo, 27,5 años para el intervalo 25-29). Esta solución, imperfecta, resulta razonablemente aproximada en la práctica, ya que solo asume como supuesto una distribución uniforme dentro de cada intervalo.

  • La edad media a la maternidad (EMM) es la edad media que tienen las madres al tener sus hijos, con el supuesto propio de todas las medidas que utilizan cohortes ficticias o sintéticas: asumir que las mujeres estuvieron expuestas durante toda su vida a las tasas específicas por edad observadas en un año calendario. Otras aproximaciones, como la edad media a la paternidad, análoga a la EMM pero referida a la fecundidad masculina, son usadas con menor frecuencia, en gran medida por escasez de datos.

Con el ejemplo de Uruguay en 2017 se puede observar con más detalle el cálculo (Tabla 5). Antes de multiplicar la edad a mitad de período de cada tasa específica de fecundidad (fx,x+n) por el valor de la tasa, es decir, obtener las tasas ponderadas por edad y sumar los resultados, es preciso estimar las edades a mitad de período. Para eso, el valor medio de cada grupo de edad será el de la edad mínima del intervalo de edades x a x+n más la mitad del tiempo que dura el intervalo (n/2) (ver columna 2 en Tabla 5). Tras esto, se multiplican las tasas específicas de fecundidad por edades (fx,x+n) por las edades medias (ver columna 4 en tabla 5). Luego de sumar los valores ponderadores de la fecundidad por edades se estima el cociente entre esa suma y la suma de las tasas específicas por edad. Para el Uruguay de 2017 el resultado indica que la edad media a la que tenían hijos las mujeres  era de 28,38.

Tabla 6. Edad media a la maternidad. Uruguay, 2011

1 2 4
Edad (x) Edad a mitad de período (x+n/2)  fx,x+n (2) × (3)
15,0 15,5 0,01 0,17
16,0 16,5 0,03 0,45
17,0 17,5 0,04 0,70
18,0 18,5 0,06 1,04
19,0 19,5 0,07 1,40
20,0 20,5 0,08 1,58
21,0 21,5 0,08 1,70
22,0 22,5 0,08 1,76
23,0 23,5 0,08 1,86
24,0 24,5 0,07 1,79
25,0 25,5 0,08 1,94
26,0 26,5 0,08 2,07
27,0 27,5 0,08 2,17
28,0 28,5 0,08 2,34
29,0 29,5 0,08 2,42
30,0 30,5 0,09 2,59
31,0 31,5 0,08 2,65
32,0 32,5 0,08 2,70
33,0 33,5 0,08 2,61
34,0 34,5 0,07 2,45
35,0 35,5 0,07 2,38
36,0 36,5 0,06 2,15
37,0 37,5 0,05 1,84
38,0 38,5 0,04 1,54
39,0 39,5 0,03 1,26
40,0 40,5 0,02 0,97
41,0 41,5 0,02 0,79
42,0 42,5 0,01 0,47
43,0 43,5 0,01 0,30
44,0 44,5 0,00 0,18
45,0 45,5 0,00 0,09
46,0 46,5 0,00 0,05
47,0 47,5 0,00 0,05
48,0 48,5 0,00 0,00
49,0 49,5 0,00 0,00
Σ   1,71 48,43

Fuente: elaboración propia a partir del censo de población de 2011, (INE, 2013).

  • La edad media a la maternidad por orden (EMMi) es la edad media que tienen las madres al tener un hijo de cierto orden. Dentro estos indicadores, la más importante es la EMM1, porque la edad media al primer hijo indica un paso cualitativamente diferente el resto: la transición a la maternidad. Su cálculo es igualmente sencillo, aunque más demandante en términos de datos.

La importancia de la EMMi por sobre la EMM en la medición del calendario de la fecundidad quedará más clara con un ejemplo simplificado de cómo la EMM puede brindar información engañosa. Asumamos una población en la que todas las mujeres tienen cuatro hijos: uno a los 20, otro a los 25, el tercero a los 30 y el cuarto a los 35. La EMM es igual a 27,5. Con el tiempo, reducción de la fecundidad mediante, las mujeres de esa misma población, que se comporta de forma férreamente uniforme, comienzan a tener dos hijos, pero con el mismo calendario: uno a los 20 y otro a los 25. La EMM descenderá de 27,5 a 22,5, pero curiosamente no por efecto de calendario sino de intensidad: los nacimientos de parideces superiores, que se dan a edades más altas, ya no existen. Y eso hace descender la EMM aun sin cambios de calendario. La EMM1 (y EMM2), por lo pronto, seguirían estables en sus valores de 20 y 25 respectivamente, mostrando de forma adecuada el calendario de la fecundidad a esos órdenes. 

El ejemplo, extremadamente simplificado y artificial, refleja sin embargo lo que pasó en la dinámica demográfica real de los países donde disminuyó fuertemente la fecundidad, como Brasil al comienzo del siglo XXI. El descenso de la fecundidad a niveles bajos es un fenómeno que suele suceder de forma cercana al del aplazamiento de la transición a la maternidad, por lo que dado este efecto que acabamos de comentar, no es imposible que la EMM disminuya mientras EMM1 aumenta. Para no confundirnos respecto a lo que estamos midiendo y elegir medidas de calendario que efectivamente reflejen cambios de calendario sin estar afectadas por la intensidad, debemos recurrir a las medidas por orden de nacimiento para complementar el estudio del calendario. 

  • Finalmente, las medidas de dispersión en torno a la edad media a la maternidad permiten conocer cuánto se acerca o aleja de la media la población entera, por lo que resultan muy apropiadas para dar un panorama acabado del calendario de la fecundidad. El desvío estándar (SD) de la EMM o su coeficiente de variación (CV) son las medidas más apropiadas para medir la dispersión en torno a la media. Como se dijo antes en relación con la media, el calendario de los nacimientos de primer orden suele ser cualitativamente más relevante que cualquier otro, por lo que es habitual que interese medir la dispersión en torno a la EMM1. Más aun en poblaciones como la uruguaya, de fecundidad baja y que han comenzado el proceso de aplazamiento de la transición a la maternidad. La evolución de la dispersión en torno a la EMM1 podría mostrar en qué medida ese aplazamiento es un fenómeno que involucra a toda la población o, por el contrario, que protagoniza solo una parte de las mujeres, aumentando la heterogeneidad en la edad al primer hijo. 

En términos de cálculo, la fórmula para obtener el desvío estándar de la edad media a la maternidad es la siguiente:

El coeficiente de variación (CV) no es más que una razón entre el desvío estándar (SD) y la edad media a la maternidad (EMM):

Dado que expresa el desvío estándar en relación con la media, puede leerse como un desvío estándar relativo, y es posible argumentar que su uso es especialmente apropiado en un escenario en el que la media haya experimentado cambios. En el tema que estamos tratando, interesa utilizar el coeficiente de variación para estudiar la evolución del desvío estándar ante el aumento de la edad media de los nacimientos de primer orden.

Este tipo de medidas de dispersión está basado en el supuesto de distribución normal de la variable a medir, por lo que ante otro tipo de distribuciones podría sostenerse que es más apropiado usar el desvío intercuartílico u otras medidas de dispersión no basadas en la media.

Referencias bibliográficas

Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (2017). Tablas de mortalidad. Observatorio demográfico de América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: CEPAL. Recuperado de: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/42361/1/S1700661_mu.pdf.

Instituto Nacional de Estadística (INE) (2014). Estimaciones y proyecciones de la población de Uruguay: metodología y resultados. Revisión 2013. Montevideo, INE. Recuperado de: http://ine.gub.uy/c/document_library/get_file?uuid=c4d937f9-49e4-4989-b3fc-c6130745233b&groupId=10181.

Livi-Bacci, M. (2007). Introducción a la Demografía. Barcelona: Ariel. 

Ministerio de Salud Pública (MSP) (2020). Estadísticas Vitales. Montevideo: MSP. Recuperado de: https://uins.msp.gub.uy/

Notas

¹ Es razonable suponer que la fecundidad haya descendido también en el período, y es lo que suele suceder, aunque podría no ser así, como veremos más adelante.

² Cuando existe buena información disponible, pueden medirse los nacimientos en todo el rango posible (12 a 55 años), aunque la TFG y otros indicadores suelen mantener la convención de concebir a la población expuesta a la fecundidad como las mujeres de 15 a 49 años.

³ También llamado índice sintético de fecundidad, sobre todo en España.

⁴ Aun así, hay bastantes países que no cuentan con estos datos y estiman su fecundidad con métodos indirectos.

⁵ De todos modos, las tasas específicas siguen teniendo utilidad, ya que una medida de resumen como la TGF puede generar un mismo valor desde combinaciones diferentes de tasas específicas y la especificidad de esas combinaciones tiene interés para conocer la fecundidad de la población.

⁶ Este valor surge de estimar la proporción que representan las mujeres en una población de 105 varones y 100 mujeres (100/205=0,4898).

⁷ Con un componente ausente del análisis: la migración.

⁸ Aunque también puede calcularse la TGF de cohorte, igual a la de período, descrita antes, pero con las tasas específicas por edad de una cohorte real de nacimiento, por lo que habría que tomar en cuenta nacimientos y población de cada uno de los años de vida reproductiva de esa cohorte (al menos 35). Las diferencias entre PMF y TGF de cohorte están dadas por las mujeres a las que se considera para el cálculo: en el caso de la paridez media final tomamos en cuenta únicamente a las mujeres que sobrevivieron (a la mortalidad y a la migración) hasta el final de la vida reproductiva y registramos los hijos nacidos vivos que tuvieron. Así, resulta mucho menos costosa en términos de datos, ya que la podemos registrar con una única pregunta en un censo, por ejemplo. En resumen: PMF = TGF de cohorte si no existe mortalidad o migración diferencial según paridez.

⁹ Por cierto, es posible calcular la PPR de mujeres de edades menores, aunque no es una práctica tan frecuente porque produce una PPR incompleta. No sabemos cómo se comportaría esa cohorte en edades posteriores, aún reproductivas.

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