Manual de Demografía

Material de consulta para estudiantes vinculados a la Demografía y los Estudios de Población

CAPÍTULO 4

El envejecimiento de la población: Indicadores para su medición
Mariana Paredes

El sacristán ha visto
Hacerse viejo al cura

El cura ha visto al cabo 
Y el cabo al sacristán
Y mi pueblo después 
Vio morir a los tres
Y me pregunto por qué nacerá gente 
Si nacer o morir es indiferente

Joan Manuel Serrat, Pueblo Blanco

Entre el nacimiento y la muerte de las personas, dos variables clave de la dinámica demográfica, está la duración de la vida y las edades que festejamos cada vez que cumplimos años. La edad es un concepto que ha marcado etapas relativas a lo largo de la historia, ritos de pasaje de un estadio a otro del ciclo vital: infancia, adolescencia, juventud, adultez, vejez son construcciones sociales que tienen derroteros diferenciales pautados socialmente por determinados hitos en las trayectorias vitales. Así como la niñez es un concepto de relativa novedad en la historia social (Ariès, 1987), la vejez también lo es. Hacerse viejo no es lo mismo hoy que hace cuarenta años, no solo porque la gente vive más tiempo, sino porque por vejez puede no entenderse la misma cosa. Si pensamos que en el mundo a mitad del siglo pasado al nacer se esperaba vivir 47 años y que en la segunda década del siglo XXI este valor pasó a ser de 73 años para las mujeres y de 68,6 para los varones, la magnitud de los cambios es sustantiva. Estas cifras seguirán aumentando progresivamente a lo largo del tiempo, pero la extensión que ha alcanzado la vida en el último siglo es la de mayor magnitud registrada en la historia (Lasslett, 1995). 

En este contexto en que la vida se alarga cabe pensar en las sucesivas etapas por las que atravesamos a lo largo de nuestra trayectoria vital. A lo largo de los años que vivimos, ¿cuándo empieza la vejez?, ¿hay una edad para ser viejo? Socialmente, la transición hacia la vejez está marcada muchas veces por dos hitos: el retiro del mercado laboral y el abuelazgo. Trayectorias familiares y laborales se entrelazan para definir esta etapa del curso vital, con marcadas diferencias también según se trate de contextos masculinos o femeninos. Pero vejez es un término relativo que puede seguir adquiriendo elasticidad en el futuro y que implica hablar de procesos heterogéneos dentro de un mismo colectivo de personas que superan determinada edad.

En términos demográficos, el aumento proporcional de la cantidad de personas mayores en el total de población constituye el principal indicador del proceso de envejecimiento. Este proceso se produce por la acción de los tres componentes de la dinámica demográfica: el descenso de las tasas de fecundidad, el descenso de las tasas de mortalidad —y el consecuente aumento de la esperanza de vida— y los procesos de migración, que pueden contribuir al envejecimiento si hay una tendencia negativa en una población (intensificación de los procesos de emigración, en particular en edades jóvenes).

La edad es una variable clave para los demógrafos. Si bien cada persona suele saber la edad que tiene, este es también un indicador que puede utilizarse para conocer este valor en un grupo de personas. La  edad mediana es uno de los indicadores más utilizados al respecto porque supone identificar el valor que divide la población en dos grupos de igual número de personas, es decir, al ordenar a todos los individuos de una población por sus edades se conoce cuál es el valor que queda en el centro. Por lo tanto, es una medida que expresa la edad que divide a la población en igual número de personas.

Gráfico 1. Edad mediana de la población. Mundo y continentes, 1950-2100 ¹

¹ Los datos que se presentan en este y otros gráficos son obtenidos del sitio web https://population.un.org/wpp/DataQuery/ y corresponden a proyecciones de población realizadas por la ONU.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Tabla 1. Edad mediana de la población. Mundo y continentes, 1950-2100

1950 1975 2000 2025 2050 2075 2100
Mundo 23,6 21,9 26,3 32,1 36,1 39,0 41,6
África 19,3 17,6 18,4 20,4 24,8 30,0 35,2
Asia 22,1 20,1 26,0 33,8 39,7 43,7 46,1
Europa 28,9 32,1 37,7 43,9 46,6 46,8 47,8
América Latina y el Caribe 19,9 19,1 24,2 32,8 41,1 46,8 49,2
América del Norte 30,0 28,8 35,4 39,3 42,4 44,1 45,6
Oceanía 27,9 25,5 30,9 34,3 37,4 40,6 43,8

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de ONU.

Como podemos observar en el Gráfico 1 y en la Tabla 1, en 1950 la mitad de la población del mundo se agrupaba por debajo de los 24 años, alcanzaba un valor de 36 cien años después y se prevé que aumente a 42 años al finalizar este siglo. Este valor es bien distinto según los diferentes continentes y se corresponde con los procesos de      transición demográfica —el descenso de los valores de mortalidad y fecundidad—, que contribuyen a que las personas vivan cada vez más tiempo y que, a su vez —al tener menos hijos—, haya cada vez menos proporción de personas jóvenes. Los continentes que superaban en 1950 los valores mundiales eran Europa, América del Norte y Oceanía, en tanto que la mitad de la población africana tenía menos de 19 años. Al comenzar este siglo, la mitad de la población europea alcanzaba a tener menos de 38 años y la de América Latina y el Caribe, 24 años. Está previsto que en 2100 todas las regiones —con excepción de África— superen la edad mediana de cuarenta años y que América Latina y el Caribe sean la región con mayor edad mediana de su población. 

La edad mediana, como vimos, da cuenta del proceso de envejecimiento de los habitantes de una población, dado que contamos la edad que tienen las personas. Pero hay otras formas de medir el proceso de envejecimiento de una población teniendo en cuenta determinadas características específicas que vinculan a la población de personas mayores con otros grupos etarios. 

¿Cómo se mide el envejecimiento en una población? No se precisan cálculos muy sofisticados. Describiremos a continuación los indicadores utilizados convencionalmente en la Demografía para dar cuenta del proceso de envejecimiento. 

Número absoluto de personas mayores: supone contabilizar la cantidad de personas mayores de determinada edad en una población. Esto implica tener en cuenta el número de personas por encima de determinada edad. 

Este indicador, al representar un valor absoluto de personas, carece de la relatividad del peso proporcional que este grupo supone en el total de población de un país, por ejemplo, o de una subpoblación. Para ello es más útil calcular proporciones. 

Proporción de personas mayores (de sesenta años y más): se obtiene al dividir el número de personas que superan los 59 años de edad sobre la población total; se expresa en porcentaje

Este indicador es uno de los más utilizados para dar cuenta del envejecimiento poblacional y demuestra el «peso» que tienen las personas mayores en la población total. En algunas ocasiones podemos encontrar este indicador teniendo en cuenta las personas mayores de 64 años en el numerador. En general, esta decisión corresponde a las comparaciones que se quieran hacer en función de las distintas etapas por las que transita el proceso de envejecimiento de las poblaciones que se relaciona con el proceso de transición demográfica.

La ventaja de este indicador es que permite la comparabilidad entre más de una población o subpoblaciones y analizar así la diferencia en la proporción de personas mayores entre ellas. Para dar cuenta de la intensificación de este proceso en distintas zonas del mundo, en el Gráfico 2 mostramos la evolución de este indicador a través de un siglo y medio y en proyección hasta el 2100.

Gráfico 2. Proporción de personas de sesenta años y más. Mundo y continentes, 1950-2100

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de ONU.

Como podemos observar, la magnitud que comprenderá a las personas mayores de sesenta años en el mundo llegará al 28 % de la población al finalizar este siglo, es decir que más de una de cada cuatro personas superará esta edad. Sin embargo, esta cifra es variable si miramos los distintos continentes: es superior en casi todos los continentes, supera el 30 % en América Latina y en Europa y alcanza menor valor en África, que recién para la segunda década del presente siglo está superando el 5 % de personas mayores en su población.

Como indicador similar al anterior pueden utilizarse también proporciones de personas mayores en otras edades o entre la población mayor. Ejemplo de ello es la distribución porcentual de las personas de determinadas edades dentro de la población. 

Proporción de personas mayores en edades específicas sobre el total de personas mayores: expresa el peso porcentual de determinado grupo de edad sobre las personas mayores de sesenta años.

Este indicador suele tomarse entre dos grupos de edades: los denominados jóvenes viejos y adultos viejos. La edad para dividir a estos grupos es de 75 o de 80 años, en función del desarrollo de los países y también de la fase del proceso de envejecimiento en que se encuentren. Con este indicador se puede dar cuenta de lo que se denomina el sobreenvejecimiento del envejecimiento, que expresa la intensificación de este proceso al interior de la población de personas mayores. A medida que aumenta proporcionalmente un grupo en relación con otro, observamos que hay progresivamente cada vez más personas de más avanzada edad entre las personas mayores, como se ilustra en el Gráfico 3.

Gráfico 3. Proporción de personas de 60 a 74 y de 75 y más entre las personas mayores. Mundo, 1950-2050

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de ONU.

Como podemos observar en el Gráfico 3, está previsto que en un siglo la proporción de personas más mayores aumente dentro de la propia población mayor de sesenta años, hasta que una de cada tres personas mayores supere los 75 años. Es de esperar que esta cifra se incremente a medida que siga aumentando la esperanza de vida y que también esto sea correlativo al proceso de envejecimiento de la población general.

Otra forma de expresar este mismo fenómeno es utilizando la razón de personas mayores de 75 años, que expresa la cantidad de personas mayores de 74 años sobre las personas entre 60 y 74 años.

Tabla 2. Razón de personas mayores de 75 años en América Latina y el Caribe. Países seleccionados, 1950, 2000 y 2050

1950 2000 2050
Argentina  18,8 39,4 51,9
Bolivia 18,9 23,5 38,8
Brasil  19 30,7 52,6
Chile  20,8 35,2 66,1
Guatemala  18,2 26,8 36,5
México  21,4 33,3 55,6

Fuente: Celade (2006)

Este indicador lo que expresa es que en México, por ejemplo, las personas mayores de 75 años constituyen un 21,4 % de las personas de entre 60 y 74 años y que este valor irá en aumento hasta superar el 55 % en 2050. 

Hasta ahora nos hemos concentrado en la población de personas mayores, pero a continuación veremos indicadores que ponen en relación a las personas mayores con otros grupos de edades dentro de la población total.

Índice de envejecimiento demográfico: expresa la relación entre las personas mayores y los menores. Es el número de personas mayores de sesenta por cada cien menores de 15 años. 

Muchas veces este indicador es tomado con personas mayores de 64, dependiendo del desarrollo de los países y de su grado de envejecimiento. Este indicador da cuenta del vínculo entre los dos grupos extremos de la estructura etaria: niños y viejos.

Como podemos observar en la Tabla 3, para el año 2000 Uruguay mostraba valores bastante superiores a los del resto de los países de la región: una edad mediana que alcanza los 32 años, un índice de envejecimiento de 74 y una relación de dependencia en la vejez superior a 30, bastante mayor que el resto de los países latinoamericanos. 

Relación de dependencia demográfica en la vejez: es el cociente entre la población de sesenta años y más y la de 15 a 59 años (entendida como población económicamente activa, PEA)

Este indicador puede calcularse con la población mayor de 64 años y la PEA entendida como personas entre 15 y 64 años. Este cambio en general se adecúa a los contextos según el nivel de envejecimiento de la población y la normativa correspondiente a la edad de entrada y salida del mercado de trabajo, tanto en la legislación del trabajo de menores como sobre jubilación. Este indicador tiene una connotación vinculada a los procesos económicos y a la concepción de vejez dependiente y puede aproximarse al cálculo del gasto social necesario para que la población en edad de trabajar «soporte» a la población de edades avanzadas que ya no lo hace. Sin embargo, la realidad muchas veces refleja que las personas mayores siguen insertas en el mercado de trabajo en sistemas en los que las jubilaciones no alcanzan a cubrir los ingresos mínimos necesarios. Asimismo, se está avanzando hacia procesos de flexibilización de los sistemas jubilatorios y de compatibilidad entre el trabajo y la jubilación como derecho de las personas mayores; al respecto tanto la Organización Internacional del Trabajo como la Organización de los Estados Americanos (OEA) han formulado recomendaciones relacionadas con la protección del derecho al trabajo de las personas de edad (OEA, 2015).

Debido al incremento ya mostrado anteriormente del proceso de envejecimiento, la relación de dependencia a la vejez también registra un aumento progresivo en las distintas regiones del mundo.

Gráfico 4. Relación de dependencia a la vejez. Mundo y continentes, 1950-2100

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la ONU

Nota: tomada con las personas mayores de 64 años.

Como podemos ver en el Gráfico 4, el incremento de la relación de las personas mayores de 64 años sobre la PEA tiende a incrementarse en el planeta a partir de la segunda década del siglo XXI. Europa, América del Norte y Oceanía parten ya de valores superiores al 10 % en 1950 y llegarán a alcanzar cifras que se ubican en 40 % o 50 % para mediados de este siglo. La tendencia en América Latina y el Caribe es lineal y refleja un aumento importante y bastante drástico a partir del año 2030 y llegará a superar los valores de otras regiones al finalizar el siglo XXI. 

En la Tabla 3 se ilustran los indicadores de edad mediana, el índice de envejecimiento y la relación de dependencia en la vejez de varios países de América Latina al comenzar el siglo XX de manera comparada.

Tabla 3. Edad mediana, índice de envejecimiento y relación de dependencia en la vejez. América Latina (países seleccionados), circa 2000

País Edad mediana Índice de envejecimiento Rel. de dependencia en la vejez
Argentina 27 47,5 23,0
Bolivia 20 18,1 12,8
Brasil 25 28,9 13,8
Chile 29 44,2 18,0
Ecuador 23 27,4 15,7
Guatemala 18 15,0 12,3
Honduras 18 13,8 11,1
México 22 21,5 12,5
Nicaragua 20 16,2 10,7
Panamá 24 26,9 14,5
Paraguay 20 19,2 12,7
República Dominicana 23 23,7 13,8
Uruguay  32 74,0 30,3
Venezuela 23 21,3 11,7

Fuente: Paredes, Ciarniello y Brunet (2010) a partir del Sistema Regional de Indicadores sobre Envejecimiento (SISE). Los datos utilizados para Uruguay con fines comparativos provienen del SISE sobre la base del conteo censal del 2004. El índice de envejecimiento y la relación de dependencia están tomados sobre personas de 60 años y más.

Uruguay lidera claramente en la región los valores más altos de envejecimiento demográfico, con una edad mediana de 32 años, un índice de envejecimiento de 74 y una relación de dependencia demográfica de la vejez de 30. Argentina y Chile, que se corresponden con procesos de transición demográfica avanzada, muestran también valores elevados pero sustantivamente menores a los uruguayos. Varios países presentan un índice de envejecimiento que se ubica entre 20 y 30 personas que superan los 60 años por cada menor de 15 años. Guatemala y Honduras presentan los valores más bajos: por debajo de 15 con una edad mediana de 18 años. 

Finalmente, enumeramos someramente otros indicadores que se pueden encontrar eventualmente al analizar los temas de envejecimiento poblacional. 

Los primeros dos se aproximan a la idea de apoyo potencial que existe en una población hacia las personas mayores: uno teniendo en cuenta  la población económicamente activa y el otro tomando una aproximación entre la población de edad más avanzada y lo que sería la generación correspondiente a sus hijos. 

Relación de apoyo potencial: número de personas de entre 15 y 64 años por cada persona mayor de 64. Es la inversa de la relación de dependencia y se aproxima a la idea de cuántas personas en edad activa podrán apoyar potencialmente a las personas mayores.

Relación de apoyo a los padres: número de personas de ochenta años y más entre personas de 50 a 64 años. Se aproxima a una idea generacional donde se interpreta que las personas mayores de 80 años tienen hijos a una edad de entre 50 y 64 años y se aproxima a una idea de prestación de cuidados.

Los otros dos indicadores refieren a las diferencias por sexos que puede haber en la población de personas mayores. En general, en Demografía se la suele expresar a través de la relación de masculinidad, pero en el caso de la población de personas mayores se suele usar la inversa —la relación de femineidad— dada la mayor supervivencia de mujeres.

Relación de masculinidad en la vejez: es igual a la relación de masculinidad total, pero interpretada en la población de personas mayores y supone la cantidad de varones mayores de 60 años cada 100 mujeres mayores de 60 años.

Relación de femineidad en la vejez: mujeres mayores de 60 años cada 100 varones mayores de 60 años

Hasta aquí se describieron los indicadores básicos que suelen utilizarse para dar cuenta del proceso de envejecimiento de las poblaciones y sus características. Como hemos podido ver, se trata en general de operaciones sencillas que ponen en relación los distintos grupos de edades en una población y reflejan algunas particularidades dentro de la población de personas mayores. Para analizar específicamente la situación de estas personas en una sociedad y describir la situación de la vejez debe recurrirse a otro tipo de caracterización específica, como la situación económica, la pobreza, la vulnerabilidad, el estado de salud, los arreglos familiares que contribuyan a visibilizar las particularidades y necesidades de esta población. En la bibliografía complementaria se pueden encontrar referencias para consultar si el tema fuera de interés.

Referencias bibliográficas

Ariès, Ph. (1987). El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Madrid: Taurus.

Laslett, P. (1995). Necessary Knowledge: Age and Aging in the Societies of the Past. En D. Kertzer, D. y P. Laslett (Eds.). Aging in the past. Demography, society and old age. California: University of California Press.

Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) (2006). Manual sobre indicadores de calidad de vida en la vejez. Santiago de Chile: Celade, CEPAL. Recuperado de https://www.cepal.org/es/publicaciones/3539-manual-indicadores-calidad-vida-la-vejez.

Organización de Estados Americanos (OEA) (2015). Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (A-70) [en línea]. Recuperado de http://www.oas.org/es/sla/ddi/tratados_multilaterales_interamericanos_a-70_derechos_humanos_personas_mayores.asp.

Paredes, M.; Ciarniello, M. y Brunet, N. (2010). Indicadores sociodemográficos de envejecimiento y vejez en Uruguay. Una perspectiva comparada en el contexto latinoamericano. Montevideo: Universidad de la República-UNFPA. Recuperado de http://repositorio.mides.gub.uy:8080/xmlui/bitstream/handle/123456789/449/521_Paredes_2010_Indicadores%20sociodemograficos%20de%20envejecimiento%20y%20vejez.pdf?sequence=1&isAllowed=y.

Bibliografía complementaria

Brunet, N. y Márquez, C. (2016). Envejecimiento y personas mayores en Uruguay. En J. J. Calvo (Coord.). Atlas sociodemográfico y de la desigualdad en el Uruguay. Fascículo 7. Montevideo: INE. Recuperado de http://www.ine.gub.uy/documents/10181/34017/Atlas+Fasciculo+7/.

Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (2009). El envejecimiento y las personas de edad: indicadores sociodemográficos para América Latina y el Caribe. Santiago de Chile: Celade. Recuperado de https://www.cepal.org/es/publicaciones/1350-envejecimiento-personas-edad-indicadores-sociodemograficos-america-latina-caribe.

Organización de las Naciones Unidas (2019). World Population Ageing. 2019. Nueva York: ONU. Recuperado de https://www.un.org/en/development/desa/population/publications/pdf/ageing/WorldPopulationAgeing2019-Highlights.pdf.

Paredes, M. (2014). Las personas mayores en el Uruguay: el perfil sociodemográfico y los desafíos para las políticas públicas. Notas de Población, (98) 41-74. Recuperado de https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/37680/S1400185_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y.

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