LA MIGRACIÓN INTERNACIONAL EN URUGUAY
Victoria Prieto Rosas
Hacia 2017, el número de personas nacidas en Uruguay que vivían en otro país era 358.000, cifra equivalente al 10 % de la población residente en Uruguay (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la Organización de las Naciones Unidas, 2017). Las estimaciones para este mismo año sitúan en 80.000 el número de personas nacidas en otros países y en 30.000 el de uruguayos que han retornado desde el exterior a partir de 2012 (Ministerio de Desarrollo Social, 2017; Koolhaas, 2016). En términos netos, Uruguay es un país donde la proporción de inmigrantes extranjeros y retornados en el total de residentes es menor a la de los uruguayos emigrados (Gráfico 1), pero el número de inmigrantes extranjeros y retornados no es despreciable y menos aún lo son sus contribuciones económicas, sociales y culturales.
Gráfico 1. Inmigrantes extranjeros, uruguayos emigrados y retornados e inmigrantes extranjeros en el total de residentes (porcentaje). Uruguay, 1975-2017
Fuente: las series de proporción de retornados e inmigrantes (absolutos) en el total de residentes fueron elaboradas a partir de microdatos censales para 1975, 1985, 1996 y 2011, publicados en IPUMS International y con datos de la Encuesta Continua de Hogares del período 2012-2017, publicados por el Instituto Nacional de Estadística de Uruguay; la serie sobre proporción de emigrados en el total de residentes en Uruguay corresponde a matriz de stock por origen y destino elaborada por el Undesa (2017).
El poblamiento del territorio uruguayo se consolida con varias oleadas de inmigración desde países europeos, fundamentalmente de España, Italia y Europa Oriental, del Medio Oriente y de los dos países limítrofes, así como del tráfico de esclavos desde África. Una vez constituido el Estado uruguayo, la población del Uruguay se quintuplicó al pasar de 223.230 en 1860 a 1.042.686 en 1908; durante ese período el saldo migratorio fue siempre positivo y Montevideo recibió la mayor porción de los inmigrantes extranjeros (Cabella y Pellegrino, 2016). En 1860, la proporción de personas nacidas fuera de Uruguay era de 33,5 % y en 1908, de 17,4 %, y los orígenes mayoritarios eran España e Italia (Cabella y Pellegrino, 2016). Recién a partir de 1963 la población extranjera pasó a representar menos del 10 % del total de residentes hasta alcanzar el 2,3 % actual (Gráfico 1). Más allá de la contribución obvia al poblamiento del territorio nacional, la incorporación de esta inmigración en edades reproductivas fue responsable, primero, del incremento de la natalidad anterior al inicio de la transición demográfica y, luego, contribuyó a la propagación de las pautas reproductivas que ayudaron al descenso de la natalidad que inició la transición demográfica en el siglo XX (Pellegrino, 2015). Asimismo, la inmigración transformó a la sociedad uruguaya contribuyendo con nuevos oficios y ocupaciones dentro de la estructura productiva, dinamizando el sector comercial en todo el país y el agropecuario en el interior, e incidiendo en el acontecer de la política partidaria y sindical (Barrán y Nahum, 1979; Oddone, 1966).
La emigración, mayoritariamente hacia Argentina y Brasil, también ha estado presente desde fines del siglo XIX. Por ejemplo, hacia 1914 el 7 % de la población uruguaya residía en Argentina (Pellegrino, 2015), proporción muy superior a la encontrada hacia 2010, cuando el censo del vecino país indicaba que el número de uruguayos equivalía a casi el 3 % de la población uruguaya. Al igual que la inmigración, aunque de manera menos directa, la emigración de uruguayos también ha contribuido con el ritmo del crecimiento poblacional. Por ejemplo, se estima que de no haber ocurrido la gran oleada emigratoria de la primera década del siglo XXI la natalidad del período 1996-2010 habría sido entre un 6 y un 9 % mayor, lo que hace pensar que la emigración de uruguayos podría haber jugado un papel sostenido en la caída de la natalidad al reducir el número de mujeres y varones en edades reproductivas (Prieto, 2016).
A continuación, se describen las principales tendencias de la migración internacional a partir de 1930 a partir de estimaciones de la tasa de migración neta (Gráfico 2). La crisis mundial de 1929 ralentizó el ritmo de la inmigración europea, que se recuperó finalizada la Segunda Guerra Mundial con el desplazamiento forzado de judíos y otros grupos étnicos que huían de la persecución del nazismo y el fascismo, y con la última migración económica de españoles e italianos hacia las Américas (Pellegrino, 2010; Facal, 2006). Se estima que, entre 1946 y 1955, Uruguay recibió unas 48.000 personas (Cabella y Pellegrino, 2016). La recuperación económica de Europa concluyó el ciclo de inmigración desde esta región hacia el Cono Sur. Hacia 1950-1960 Uruguay se encontraba en una nueva etapa en la que el saldo migratorio mostraba valores mínimos, no solo por efecto de una caída de la inmigración, sino porque la emigración hacia los países vecinos parecía haberse reducido. En este tiempo, la movilidad se canaliza fundamentalmente dentro de las fronteras nacionales y se dirige desde el ámbito rural al de la ciudad capital y a otras ciudades del interior como consecuencia del proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que dinamizó la economía y el sector manufacturero intensivo en contratación de mano de obra.
Gráfico 2. Tasa de migración neta y crecimiento natural. Uruguay, 1930-2015
Fuente: elaborado a partir de recopilación de series realizada por Cabella y Pellegrino (2016). 1930-1955, estimaciones de Pereira y Trajtenberg (1966); 1960-1995, estimaciones de la Revisión 2013 del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (1996-2015), Estimaciones y Proyecciones de población. Revisión 2013 del INE.
A partir de 1970 se incrementó la emigración internacional, cuyos protagonistas fueron quienes se desplazaron por motivos económicos y políticos como respuesta a la crisis económica e institucional del período dictatorial. En esta instancia, Argentina fue el principal destino de la emigración uruguaya hasta 1975. En el siguiente quinquenio, ya iniciada la dictadura militar de este país, el flujo hacia Argentina mermó sustantivamente. A partir de entonces, y fundamentalmente desde Buenos Aires, un importante flujo de uruguayos y argentinos se dirigió hacia Europa, Venezuela y México (Bidegain, 1987; Pellegrino, 2015). El saldo migratorio del período 1963-1975 fue de −175.808 según estimaciones de Cabella y Pellegrino (2005). En cuanto al perfil demográfico de la población que dejó el país en estos años, los datos de la Encuesta de Migración Internacional de 1976 dan cuenta de una población en promedio más educada que la no migrante pero bastante menos educada que la que protagonizó las oleadas sucesivas.
La siguiente migración, aunque bastante menos importante, estuvo asociada a la crisis económica de 1982 y los principales destinos fueron Estados Unidos, Argentina y Brasil. Restaurada la democracia, entre 1985 y 1996 el saldo migratorio continuaba siendo negativo, −39.678, pero esta cifra indicaba una pérdida neta muy inferior a la estimada para las décadas del sesenta y del setenta (Cabella y Pellegrino, 2005). En este período, el intercambio de población uruguaya con el resto del mundo adopta principalmente la forma de retorno. En 1985 se creó la Comisión Nacional de Repatriación, que facilitó el regreso de unos veinte mil uruguayos desde esa fecha hasta 1989 (Programa de Población, 2011), aunque la restauración democrática no fue suficiente para revertir el signo negativo en el saldo migratorio.
Finalmente, la tercera gran emigración estuvo asociada a la recesión del primer quinquenio del siglo XXI, y trajo como novedad la emergencia de España como primer destino de la migración extrarregional. El número de uruguayos en España pasó de veinte mil en 2001 a noventa mil en 2009, cifra que duplica el stock de uruguayos residentes en Estados Unidos en ese mismo año (Programa de Población, 2011).
Hacia 2008, con el inicio de la que fuera una de las recesiones económicas mundiales más profundas de la historia, se inició el retorno de uruguayos desde España y Estados Unidos, que alcanzó su magnitud máxima histórica en 2011. Si bien el número de retornantes en esta segunda oleada fue superior al observado luego de la apertura democrática, en las décadas del ochenta y del noventa, se estima que la intensidad del retorno fue inferior en el período 2010-2015 (82 retornados por cada mil emigrados) que entre 1991 y 1996 (92 retornados por cada mil emigrados); es decir que, en términos relativos, fueron más los uruguayos que prefirieron permanecer fuera del país en esta década (Koolhaas, 2016). Sin embargo, la magnitud del retorno más reciente sí fue suficiente para revertir el saldo migratorio negativo, a partir de 2009. Si bien el retorno se ha resentido sustantivamente a partir de 2013, en la actualidad se corrobora un incremento de la inmigración extranjera que explica la continuidad del signo positivo en el saldo migratorio del período 2015-2017 (Gráfico 3). Más recientemente, a este flujo de entradas de retornados uruguayos se le sumó una nueva oleada de inmigración extranjera. Iniciada esta década, los países latinoamericanos lideran una serie de reformas de sus políticas migratorias que dan una impronta de enfoque de derechos y protección internacional, al tiempo que varios de los países del Cono Sur avanzan en el proceso de integración regional con la aprobación e integración a las legislaciones nacionales del acuerdo de residencias del Mercado Común del Sur (Mercosur). En este contexto, varios países del Cono Sur, entre ellos Uruguay, se convierten en alternativas atractivas para la migración que tradicionalmente se dirigía a países limítrofes o a España y Estados Unidos. En este escenario, Uruguay se posiciona como un país atractivo para los flujos procedentes de países del Caribe que empezaron a llegar, primero, desde República Dominicana entre 2012 y 2015 y, a partir de esta fecha, desde Venezuela y Cuba. Esta etapa contemporánea se ha caracterizado como una fase nueva de inmigración procedente de países latinoamericanos no limítrofes que se suman a la tradicional y aún vigente inmigración fronteriza que recibe Uruguay (MIDES, 2017; Prieto, Robaina y Koolhaas, 2016).
Las tendencias de la migración neta descritas hasta aquí preceden al escenario actual donde coexisten distintas generaciones de uruguayos y extranjeros que tienen más de una experiencia de migración internacional como hijos de inmigrantes, inmigrantes o retornados.
Tendencias recientes
En la actualidad, Uruguay es un país con una dinámica migratoria heterogénea cuya complejidad queda soslayada por la naturaleza de la información derivada de los saldos migratorios. Recordemos que el saldo migratorio es una sustracción de dos flujos: si ambos son semejantes en magnitud —por más voluminoso que sea cada uno de ellos— el resultado puede ser próximo al cero o nulo, aunque el volumen de la inmigración y de la emigración respectivamente sean significativos. En una coyuntura como la actual, en la que coexisten desde 2012 importantes flujos de emigración y retorno de uruguayos e inmigración extranjera, sería errado interpretar que Uruguay es un país donde el componente migratorio no es sustantivo. Comprender la intensidad, así como la complejidad de la direccionalidad y la composición sociodemográfica de la movilidad internacional que involucra al territorio uruguayo en la actualidad, exige atender a la dinámica propia de cada uno de sus componentes, pero esto es difícil cuando no se cuenta con información censal. En este caso es preciso combinar la observación del saldo de pasajeros por puestos fronterizos (Gráfico 3), y aproximar medidas de stock recurriendo a las estimaciones realizadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el número de uruguayos en el exterior (Gráfico 4), y a la ECH para dar cuenta de las cifras de stock de inmigrantes y retornados en el territorio nacional (Gráficos 4 y 5).
Gráfico 3. Saldo de entradas y salidas de pasajeros por puestos fronterizos. Uruguay, 2015-2017
Fuente: elaborado a partir de datos brindados por la Dirección Nacional de Migración, 2015-2017 sobre flujo de pasajeros por puestos fronterizos
Si se atiende al saldo de pasajeros por puestos fronterizos entre 2015 y 2017 se constata que, en términos netos, el país tiene un saldo migratorio positivo, que indica que las entradas superan a las salidas anuales fundamentalmente cuando se consideran los puestos de frontera seca. Por un lado, el análisis pormenorizado según nacionalidad de los pasajeros indica que el número de entradas de ciudadanos extranjeros por frontera seca así como la diversificación de los puestos de entrada al país gracias a la llegada de personas procedentes de Cuba, República Dominicana y Venezuela, que han adoptado rutas que combinan tramos aéreos (fuera del país) con tramos terrestres (a pie, en bus o taxi) e ingresan a Uruguay por la frontera seca con Brasil (Chuy, Río Branco, Rivera), son la principal transformación del pasado reciente (Gráfico 3c). Por otro lado, dentro de la población de nacionalidad uruguaya —cuya magnitud es muy inferior a la del saldo de pasajeros extranjeros— es también de signo positivo para el total de puestos de entradas y persiste con signo negativo para el flujo del aeropuerto de Carrasco.
Emigración y uruguayos en el exterior
No es sorprendente que la emigración persista como un comportamiento integrado al imaginario de los uruguayos; es que las tenencias de la migración internacional que aquí hemos descrito han dado origen a una población compuesta por varias generaciones expuestas a la probabilidad de tener padres y abuelos inmigrantes, emigrantes y retornados. Entonces, a la significatividad numérica de la diáspora uruguaya y el rol crítico de la inmigración en la constitución histórica y poblacional del país, se añade una fuerte «cultura migratoria» en la sociedad uruguaya (Pellegrino y Luján, 1994; Pellegrino, 2015). Los siguientes ejemplos bastan para ilustrar este último rasgo.
En primer lugar, un 12 % de los adolescentes y jóvenes uruguayos tiene ciudadanía extranjera o la estaba tramitando en 2013. En segundo lugar, en Montevideo, en el mismo año, la propensión de los jóvenes a la migración internacional alcanzaba el 40 %, y el interés por la migración se relacionaba positivamente con los niveles de ingreso de los hogares (Cabrera, 2014). En tercer lugar, el número de personas nacidas en Uruguay que viven en este país y tienen ciudadanía española (y por ende cuentan con un pasaporte que permite libre movilidad dentro del espacio de la Unión Europea) era de 51.000 personas en 2015, casi cuatro veces más que el número de nacidos en España que vivían en Uruguay en ese mismo año (INE, 2016). Por último, como se ha visto en el capítulo dedicado a la revisión de teorías sobre los determinantes de la migración, Uruguay es un país de ingreso medio y son precisamente los países de este grupo los que muestran mayor propensión y tasas de migración internacional, pues cuentan con una amplia porción de su población con suficiente capital humano y financiero para emprender migraciones de larga distancia. Entonces, a pesar de que en el pasado reciente el saldo migratorio se ha aproximado a valores nulos como resultado de un incremento del retorno y de la inmigración extranjera, es esperable que la emigración internacional continúe siendo un fenómeno significativo en la dinámica demográfica uruguaya y de otros países de ingreso medio.
Gráfico 4. Distribución relativa por país de residencia de la población uruguaya emigrada. 1990, 2005 y 2017
Fuente: elaborado a partir de estimaciones de stock por origen y destino elaboradas por Undesa (2017)
Uruguay pertenece al sistema migratorio sudamericano, considerado uno de los sistemas más activos a nivel global y donde la intensidad de la movilidad intrarregional se ha intensificado sostenidamente a partir de 1970 (Martínez-Pizarro y Rivera-Orrego, 2016). En Uruguay, el mayor volumen de intercambios poblacionales sigue dándose con Argentina y Brasil y, de acuerdo a los datos que arrojaban los censos argentinos y brasileños en 2010, el número de uruguayos que reside en Argentina era cercano a 115.000 y el número de residentes en Brasil era de 23.000. Sin embargo, Uruguay también integra otros dos sistemas extrarregionales donde los intercambios de población se producen principalmente con Estados Unidos y España. Hacia 2017, uno de cada cinco uruguayos radicados en el exterior residía en España y uno de cada diez, en Estados Unidos (Gráfico 4). Los cuatro principales destinos de la emigración uruguaya —Argentina, España, Estados Unidos y Brasil— difieren en cuanto al perfil sociodemográfico de los uruguayos que allí residen. Estados Unidos es el destino donde de manera relativamente estable se concentran los uruguayos más calificados; entre el 15 y el 19 % de los uruguayos residentes en este país completó estudios superiores. Los uruguayos emigrados en España también tenían un perfil de calificación medio y hacia el año 2010 más del 50 % había completado sus estudios secundarios (Gráfico 5).
Gráfico 5. Distribución relativa de la población uruguaya en el exterior por nivel educativo. Principales destinos de la migración uruguaya. Circa 1980 hasta 2010
Fuente: elaborado a partir de microdatos censales tomados de Ipums International.
En cambio, Argentina y Brasil han albergado tradicionalmente un perfil de migrante uruguayo con menor nivel educativo: más de la mitad de esta población no ha accedido al nivel de educación secundaria (Gráfico 5).
Inmigrantes extranjeros, retornados uruguayos e hijos de retornados
En los últimos años el estudio de la migración ha recuperado el interés por la migración hacia Uruguay de uruguayos retornados y de extranjeros porque, por una parte, una porción del fenómeno del retorno fue acompañada de la llegada de ciudadanos españoles o estadounidenses hijos o cónyuges de uruguayos retornados (Koolhaas, 2016), y, por otra, a partir de 2015 se ha producido un incremento sustantivo de la inmigración extranjera procedente de países del Caribe.
En 2017, el número de adultos inmigrantes extranjeros llegados entre 2012 y ese año era de 14.337 personas, casi el doble del registrado cinco años antes. El incremento en el número de inmigrantes extranjeros se corrobora tanto en el saldo de pasajeros por puestos fronterizo como en las solicitudes de residencias permanentes y temporales y en el stock poblacional que permite aproximar la ECH (MIDES, 2017). En el mismo período también se produjo el cambio de composición de los orígenes de la inmigración reciente, y la inmigración procedente de países latinoamericanos no limítrofes se convirtió en el principal grupo extranjero entre quienes llevaban hasta cinco años en Uruguay (Gráfico 6). Dentro de este los orígenes más relevantes son Venezuela (uno de cada tres), República Dominicana, Cuba, Colombia y Perú (MIDES, 2017).
Gráfico 6. Distribución relativa de la inmigración extranjera por país de nacimiento (principales orígenes). Uruguay, 1963, 1985, 2011 y 2017
Fuente: elaborado a partir de microdatos censales de 1963, 1985 y 2011 (Ipums International, Tabulator Online); y microdatos de la ECH 2017 (INE, 2017).
Dentro de la inmigración reciente que capta la ECH hay una marcada sobrerrepresentación de las personas que alcanzaron estudios superiores (58,4 %), que contrasta con el nivel educativo promedio alcanzado por la población nativa no migrante o retornada, incluso frente a la población inmigrante con más de cinco años de asentamiento en el país (Gráfico 7).
Gráfico 7. Distribución relativa por nivel educativo alcanzado de la población adulta según condición migratoria. Uruguay, 2013-2017
Fuente: elaborado a partir de microdatos de las ECH 2013 a 2017 del INE, disponibles en http://www.ine.gub.uy/encuesta-continua-de-hogares1
Los inmigrantes extranjeros que llevan menos de cinco años en Uruguay tienen mayores niveles de participación en el mercado de trabajo que los nativos no migrantes, pero también mayor riesgo de estar sobrecalificados (Prieto, Robaina y Koolhaas, 2016; MIDES, 2017). Además, el salario promedio de los inmigrantes recientes es hasta 10 % inferior al de los uruguayos no migrantes con iguales características de sexo, edad, nivel educativo y ocupación.
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